Mostrando entradas con la etiqueta RELATO. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta RELATO. Mostrar todas las entradas

jueves, 27 de abril de 2017

Arrebato fatal




Nada más regresar a casa y abrir la puerta noté las malas vibraciones que fluían a través del pasillo. Esa atmósfera densa en la que se podía masticar la tensión.
Saludé no obstante por si hubiera alguien, pero nadie me contestó, o al menos ese alguien no quiso hacerlo.

No le di mayor importancia al asunto y me dirigí al baño para asearme rápidamente y sentirme fresco después de la jornada agotadora en la fábrica. Por el olor que había aspirado al entrar, hoy se preparaba algo sabroso en la cocina. Mi mujercita es buena cocinera y lo demuestra cada vez que me sorprende con esos aromas y sabores culinarios.

Con lo cual,  suponiendo que ella se encontraba realizando alguna maravillosa especialidad gastronómica, dirigí mis pasos hacía allí, donde un estómago hambriento dirige a unos obedientes pies.

Nada más asomar por la estancia me percaté muy tarde que no me había metido en la cocina, sino en la boca del mismísimo lobo, personificado este, en la figura femenina de mi consorte.

Su cara era la fiel estampa de una de las furias mitológicas y su actitud ejemplo de posesión diabólica; hablaba sola mientras caceroleaba y echaba utensilios a la pila y removía un sofrito en una sartén con inusual energía y brusquedad.

Cuando la saludé pegó un brinco del puro sobresalto al no esperar mi presencia. Comprendí el porqué de la falta de respuesta ante mi anterior saludo al entrar en nuestro hogar: No me había oído, pero esta vez sí que lo había hecho, y en cuanto se recompuso de la sorpresa me miro echando chispas por los ojos y el que tuvo que oírla fui yo. Empezó a decirme:

-Tú y tu santa madre me tenéis hasta la coronilla. –Esto lo hacía mientras sostenía una cuchara de palo en la mano como una herramienta mortal.-

-¿Pues qué le pasa a mi madre? ¿Y qué he hecho yo para merecer tal recibimiento?

-¡Nada, el señorito no ha hecho nada! ¿Quizás que la has dicho que viniese a comer hoy que no tenía plan ni previsión de que lo hiciera?

-Mujer, es mi madre, y me llamó anoche porque tenía ganas de vernos y me preguntó si era buen día para venir.

-¡Eso mismo es lo que pasa! ¡Y aún te parecerá poco! –Respondió.

-¿Porque yo no cuento? ¿A mí no se me consulta si me viene bien o mal? ¿Yo soy el mero instrumento para preparar la comida para complacer a la mamá y a su hijito? ¿Es eso? ¿Pues sabes lo que te digo? ¡Esto termina aquí!

Dicho y hecho, había soltado el cucharón de forma rápida e inesperada, y con la misma soltura y no sé bien como, vi aparecer otra herramienta en su mano, una que podía ser perjudicial y que me hizo sentir inseguro. Un cuchillo afilado que parecía soltar los mismos destellos asesinos que su portadora.

-Tranquilízate mujer, -le dije, a la vez que levantaba las manos como símbolo de rendición-
-Sabes que estas cosas son inesperadas y tienes que decidirlas en el momento, sin consultar a terceros.

Ese fue mi gran error, no mediaron más palabras. Ella me lo había lanzado al pecho.

Vi con sorpresa como, en mi camisa blanca se formaba una mancha roja que se extendía, mientras goteaba hasta el suelo formando un pequeño charco salpicado con trozos de lo que parecía carne picada.  Entonces comprendí con horror lo que había pasado. Creí morir en el momento en que me percaté de que la muy…

...Me había tirado al pecho el bol, lleno de esa salsa a la boloñesa que sabe que me gusta tanto.
Con su acción me daba a entender que la conversación había concluido, y que hoy me quedaría cabreado y con hambre. 

Ella sin embargo siguió troceando con la afilada herramienta de cocina, una lechuga.

¡Tan frescas las dos y como si nada!



Derecho de autor: Francisco Moroz







sábado, 15 de abril de 2017

Allegro ma non troppo





Me figuro que como todas las cosas, también la existencia tiene un periodo de caducidad y es por ello que ahora nos encontramos aquí, haciendo balance de lo bueno de todo lo que hemos compartido. 
Lo que nos queda ahora que nos enfrentamos al final.

Nos conocimos en la calle, yo era una perdida, de esas que no quiere nadie y de las casi todos se alejan. 
Me dijiste las primeras palabras amables que escuché salidas de la boca de un hombre.

Más tarde no podíamos vivir el uno sin el otro. Los días de sol significaban largos paseos por nuestros lugares favoritos, disfrutando de esa sensación de bienestar y seguridad junto a ti. Las tardes de lluvia nos quedábamos en casa oyendo música.

Se me erizaba la piel de todo mi cuerpo cuando decías mi nombre con ese tono alegre que ponías al llamarme. Era querida y lo sentía en lo más hondo, me hacías vibrar solo con tus caricias. 
Hubiera entregado mi vida por ti si hubiera sido menester.

Sin embargo siempre tuve una espina clavada en mi corazón, y es que nunca dejaste que te besara. Intenté no darle mucha importancia, eran manías tuyas, como la del excesivo orden que nunca conseguí comprender del todo. 
Además la tristeza era compensada casi de inmediato cuando me preparabas mi comida favorita. Eras un cocinero excelente entre otras cosas.

Ahora noto tu abatimiento. Una mezcla de angustia y de tristeza cuando pones tu mano suavemente sobre mi cuerpo vencido. Casi no puedo moverme, hace unos meses dejó de funcionar. Me duelen los huesos, no me sostengo en pie y me adormezco a cada instante.
Te miro como siempre, con adoración, como solo se merece el mejor compañero que me pudo tocar en suerte. 
Me voy despidiendo de ti, poco a poco, sin aspavientos. Convencida de que si nos volviésemos a ver nos reconoceríamos de inmediato y volveríamos a jugar, a pasear y a correr. 

Y en mis sueños más locos me dejarías lamerte la cara y llenarte el pantalón de pelos.

Cierro los ojos, no sin antes haber visto unas lágrimas en los tuyos.




Derechos de autor: Francisco Moroz


Relato presentado al reto de las tres palabras en la comunidad de:
-Relatos compulsivos-



miércoles, 5 de abril de 2017

Allá donde se cruzan los caminos




Le está resultando una jornada especialmente dura, pues es su  cumpleaños y le hubiera gustado estar con su familia en vez de en la carretera. Salió de Oviedo hace unas cuantas horas en dirección a Madrid con la furgoneta de la empresa de transporte urgente.

De madrugada, y como siempre, le acompaña la emisora amiga, esa a la que puede llamar el oyente y conversar unos minutos con la locutora, e incluso hacer una petición musical.
Nunca llamó, pero hoy se encuentra especialmente sensible, echa de menos a los suyos. Se decide a hacerlo, pues necesita conversar con alguien.
Utiliza el “manos libres” para seguir conduciendo mientras habla; cuando ya le han atendido y mientras espera a entrar en antena escucha esa voz cálida que parece arroparle y que comunica:

–Un nuevo oyente nos llama desde la carretera, se llama Juan Pedro. ¡Hola Juan Pedro! ¿Qué tal estás?

– ¡Hola Raquel! ¡Pues mira! en plena jornada laboral, conduciendo en dirección a Madrid.

– ¿Cuál es el motivo de tu llamada amigo?

–Ninguno en especial, ya sabes de la soledad y la melancolía que a veces le embarga a uno, y esa especie de congoja que nos entra cuando echamos de menos a los seres queridos. Además es mi cumpleaños y me he dicho: Voy a llamar a los de la radio. ¡Os escucho a menudo! pues os he elegido como emisora que me acompaña en mis viajes a lo largo de la noche. Y en esta, que es el final de un día señalado en el que me siento un poco desolado, he decidido llamar.

– ¡Pues Muchas felicidades por tu cumpleaños y gracias por elegirnos! Esperamos que con nuestra pequeña aportación te suba el ánimo y logremos que te sientas mejor. Dime: ¿De dónde eres Juan Pedro?

–De Cádiz, del barrio de San Juan para ser más exactos, pero vivo en Madrid.

– ¿Y por qué te fuiste a la capital, si puede saberse?

–Por mi mujer que antes fue mi novia. Después uno se establece y sienta la cabeza. Los hijos, el trabajo, y allí me quedé: en el pueblo más grande de España.

– ¿Conociste a tu mujer en Madrid?

–Es una historia algo larga. ¿Te interesa?

–Tenemos tiempo Juan Pedro y hoy es tu cumpleaños ¿No? sea esto parte de nuestro regalo. Unos minutos más de la cuenta en las ondas.

– Bueno, pues te cuento Raquel. Resulta que un grupo de amigos decidimos pasar en la capital una noche vieja algo loca. En la puerta del sol y tomando las uvas ¡Ya ves que tontada! Por entonces yo era una especie de fugitivo de mi mismo, estuve tonteando con las drogas y aunque quería salir de un entorno opresivo que me condicionaba en un bucle sin fin; no era capaz de conseguirlo.
Ese viaje me pareció una especie de puerta de salida para huir de lo cotidiano. Conocer la capital en la que nunca había estado era un aliciente muy atractivo. La marcha de la noche madrileña me sedujo de tal manera, que pensé quedarme definitivamente, y la fortuna se interpuso en el camino…

–… ¿La fortuna?

–O casualidad ¡vete tú a saber! Fue en los baños de un garito de Fuencarral donde al entrar vi una jeringuilla encima del lavabo y al sujeto que se había metido el chute. Al mirar su reflejo en el espejo, un rostro ajado por los excesos me observaba con estupor, y me pregunté si era eso lo que yo quería para mi vida…

…Mis colegas y yo conocimos a unas estudiantes de enfermería con muy buen rollo que se unieron a nuestra fiesta personal. Ella se encontraba allí; noté desde el principio que yo le interesaba y no tardó en decírmelo. Desde entonces se convirtió en mi princesa.

– Nos has abierto tu corazón esta noche Juan Pedro. Ahora mismo estoy emocionada, te lo confieso. ¿Crees en el destino?

–El destino es algo que forjamos nosotros con nuestros aciertos  y errores, pero creo que algo de esa historia que vamos escribiendo entre todos confluyó en aquél encuentro no premeditado. El destino es como un cruce de caminos, ese “Kilómetro cero” donde has de abrir esa puerta que te permite encontrar tu camino personal, ver el brillo de ese sol que debes descubrir por ti mismo.

– Buena filosofía queridos oyentes. Bonito juego de palabras metafóricas si ponemos que hablamos de Madrid. Como veréis tenemos poetas, personas interesantes entre los que nos escuchan y nos llaman. 
Dime tus principales prioridades Juan Pedro.

–Me lo pones fácil Raquel, te diré tres a bote pronto. La primera es ella, la mujer que me acompaña desde hace 20 años, y naturalmente las otras dos, nuestros hijos. Esos dos fenómenos que son uno del Atleti y el otro del Real ¡Menudo conflicto tenemos en casa cuando hay partido!¡Pues yo soy del Cádiz! 
Ellos tres serían mi último pensamiento. Mi mujer y mis hijos, no los equipos de fútbol naturalmente.

– (Risas en el estudio). ¡Cuéntanos amigo! ¿Qué es lo que más te gusta en esta vida?

– Esa pregunta ya no es tan fácil de contestar pero te diré tres que se me vienen a la cabeza ahora mismo: Las personas positivas que saben sonreír a pesar de todos los inconvenientes y salen adelante, los gatos negros, y la música de Joaquín Sabina.

–Curiosas respuestas a las que otro que no fueras tú  hubiera contestado de forma previsible…

Empieza a llover y Juan Pedro activa los limpia parabrisas. Es una noche que invita a la reflexión, al encuentro, al descanso, Y él está ahí, en pleno mes de noviembre conduciendo hacia su destino, ese Madrid que le acogió como hijo adoptivo.

Vuelve a escuchar esa voz acariciadora de la locutora que afirma.

–…Veo que no eres nada supersticioso, pues te gustan los gatos negros, y muy asertivo, ya que valoras a las personas luchadoras que no se arrugan ante los inconvenientes, pero: ¿Y Sabina? ¿Por qué te gusta este cantautor?

–Juan Pedro sonríe antes de contestar. – A Sabina lo definen como un poeta canalla. Sus letras hablan sobre desengaños, traiciones y desamores, esos: Voy cuando estoy volviendo y te quiero porque no te quiero y contigo pero sin ti. Sus letras le definen. Por otro lado desde que le escuché por primera vez, y ya te estoy hablando de muchos años atrás; creo reflejarme en muchas de sus letras que parecieran estar escritas para un servidor.

– Bueno pues si te parece Juan Pedro, nos vamos despidiendo para dar  paso a otros oyentes que nos acompañan en las ondas.
¿Algún deseo, después de apagar las velas de esta tarta imaginaria que te hemos preparado en el estudio de radio?

–Volver algún día a Cádiz, quizás cuando me jubile, y poder contemplar con calma ese mar que en la capital es imposible de ver, y con un chupito de ginebra en la mano, o una cerveza si llega el caso. Y un segundo deseo sería una canción del "Flaco de Úbeda", pero no la que se titula "Que se llama soledad" ¡Por Dios! Que ya he tenido bastante por hoy.

– (Más risas en el estudio) Pues si te parece Juan Pedro, con ese salero andaluz tan gaditano y con esa canción de tu querido Sabina por el que también sentimos admiración algunos de los de esta emisora, nos despedimos ¿Quieres algún título en especial?

– La que elijáis me viene bien. Gracias Raquel por tu atención y tu compañía. También por tu simpatía.

–A ti Juan Pedro por tu llamada, aquí estaremos fieles a nuestra cita para cuando gustes o necesites llamarnos. Dejamos que la música suene en esta noche que nos pertenece...

Se corta la comunicación mientras la locutora presenta a los oyentes esa canción que han elegido para Juan Pedro.

Para su sorpresa, empiezan a sonar los primeros acordes musicales de guitarra de esa poesía cantada que tanto le gusta, esa que le define a él mismo y a parte de su trayectoria vital. Nunca creyó en las casualidades, pero esta, es una de las tantas que le van convenciendo de ese destino que se escribe para nosotros. En esta canción el cantautor pareciera ser un oráculo.

La ciudad ya se vislumbra a lo lejos, mientras, la lluvia persiste en su caída libre desde un cielo plomizo y gris. Viéndola en panorámica desde la A6, y con todos esos cientos de miles de luminarias, comprende otra de las estrofas de la letra que va escuchando:“Las estrellas se olvidan de salir"

Cuando entra por el túnel cercano al faro de Moncloa que no es faro de mar sino linterna y mirador cosmopolita, ve de forma inesperada por el retrovisor los destellos de las luces estroboscópicas de una ambulancia del Samur que se le echa encima con urgencia, intentando adelantarle lateralmente y por detrás de forma imperiosa. No dispone del tiempo suficiente para reaccionar de forma adecuada y a causa de los nervios da un violento volantazo a la derecha. En unos segundos es consciente de la inminente colisión que va a tener lugar contra uno de los muros del subterráneo...

…"El furgón, al chocar contra la pared de hormigón sale despedido contra la mediana y comienza a voltear sobre si mismo. Este modelo no lleva airbags, y el cinturón no es suficiente para librar al conductor de sufrir múltiples contusiones que ocasionan rotura de vertebras, y un traumatismo cráneo encefálico al golpear contra el volante que causa la muerte casi inmediata del único ocupante.

El forense apaga la grabadora donde queda parte de su informe, sin llegar a saber que justo unos minutos antes del accidente, Juan Pedro escuchaba a su querido Sabina entonando las últimas notas de su canción favorita. Cuatro estrofas finales que son toda una declaración de intenciones, como un epitafio de desamparo. Intuyendo que su destino sería el de regresar a su tierra natal, pero no como el hubiera querido. "La muerte pasa en ambulancias..."
Su último pensamiento, el que le hizo verter una lágrima que corrió por su mejilla. Fue el dedicado a los seres que ya no podrían abrazarle tras regresar a casa. 

"Cuando la muerte venga a visitarme,

que me lleven al sur donde nací,
aquí no queda sitio para nadie
pongamos que hablo de Madrid".









Derechos de autor: Francisco Moroz


viernes, 31 de marzo de 2017

Las apariencias engañan




– ¿Dónde vas tierna niña tan temprano, deambulando por estos parajes con inciertos pasos? Pareces escapada de un sueño.

– Soy pastora de esas de rabel y caramillo que apacienta a sus blancas ovejas. Conduciéndolas por frescas veredas a prados jugosos, donde danzan las Hadas al lado de fuentes de cristalinas aguas, en las que Náyades de pura belleza contemplan su reflejo en claras noches de luna.

– ¿Podemos mantener tú y yo un idílico debate sobre lo que representa la justicia? ¿O sobre las artes excelsas del buen gobierno y los derechos constitucionales?

– No debiera, pues soy doncella casta y virgen. Advertida estoy por mis próceres tutores de que no entretenga mis pasos en banal conversación con desconocidos, ni en cuitas casquivanas sin enjundia; no sea que mi virtud y peculio se vean comprometidos.

– Pierde cuidado querida, soy honesto y honrado político. No es mi intención causarte perjuicio, ni mentirte, ni robarte, ni abusar de tu inocencia. Más te aviso de algunas fieras alimañas que aguardan en las esquinas disfrazadas de corderos.

En ese momento suena un zumbido cual de abeja, y la joven saca del bolsillo de los ajustados jeans un móvil que se acerca a la oreja.

– ¡Dime! ¡Sí! Voy “pá allá, “quesque” estoy “entretenía” con un “Pesaó”. Lo despacho ya “mesmo” y en un “Pis pas” sigo laburando ¡Vale! ¡Chao!

– ¡Ah! Eres una chica del montón como la Pepi y la Lucy del Almodovar. Te expresabas tan barrocamente que por el hablar te tomé por otra.

– Es conveniente que así sea, pues ensayo mi dialéctica para presentarme a un casting de “Gran Hermano”, donde los participantes se comunican con refinada lengua, haciendo a la par, gala de educación, buenos modos y donosura.

–Eso me suena a irónico sarcasmo.

– No menos que los que escucho yo cuando hay sesión parlamentaria.

– Pues nada chica, si no quieres rollo conmigo me voy. 
En realidad no soy mandatario, Soy preboste de un banco y tengo pasta y preferentes.

– Eso me gusta más ¡Ven “pa cá” tontorrón! ¡Que no me fiaba y ahora sí! “questo” de ser Mesalina es profesión arriesgada, y no me puedo entregar a cualquiera.



Derechos de autor: Francisco Moroz


Relato presentado en la comunidad de: Relatos compulsivos.


miércoles, 15 de marzo de 2017

Un libro titulado: Resiliencia





El libro que he elegido para aliviar la espera en el hospital se titula: “Resiliencia. El arte de superar un trauma”. No es la temática científica que más me gusta, pero no tengo más remedio que prepararme para lo peor de lo que preveo, tiene todos los visos de ocurrir en breve.

Mi cliente va a morir dada la gravedad de sus lesiones, y yo preparo mi estado anímico para el fatal desenlace.

En su día levanté con mucho sacrificio un pequeño negocio que iba viento en popa y que me daba lo necesario para llevar una vida holgada. Pero la crisis se lo llevó todo al garete, por causa de las reformas económicas, ajustes, recortes, impuestos, y demás zarandajas. Que por obra y gracia de los prebostes políticos de turno, y sus grandes y entusiastas ideas pergeñadas a golpe de tarjetas black, en clubes de alterne y restaurantes de lujo; me habían dejado en la ruina a mí, y a las familias de aquellos operarios que tenía contratados.

Lo perdí todo menos la dignidad, y como la justicia no trabaja al mismo ritmo para todos ni con los mismos resultados; decidí buscarme la vida de nuevo.

El drama se empezó a fraguar por entonces, cuando con esfuerzo y tesón conseguí superar las pruebas de acceso a la plaza de chófer de servicios preferentes.
Cuando me proponía algo lo lograba. También conseguí salir indemne del aparatoso accidente de coche del que sin embargo mi usuario resultó gravemente herido.

Las autoridades investigaron el suceso, dada la importancia del cargo que ocupaba en el ministerio de hacienda mi susodicho pasajero, y me exculparon de toda responsabilidad. Al vehículo le habían fallado los frenos, el airbag y el cinturón trasero. 
Un cúmulo fatal de coincidencias.

Y ahora estoy aquí, sentado en una de las sillas de plástico del hospital, esperando los resultados de la operación con cara de aparente preocupación, leyendo este libro; empapándome de conocimientos sobre cómo superar una pérdida irremediable.


El saber nunca ocupó lugar. Por eso también estudié mecánica y sistemas de seguridad del automóvil, y algo de psicología para que no detecten la gran mentira.




Derechos de autor: Francisco Moroz

miércoles, 8 de marzo de 2017

Dura lex, sed lex

Dedicado a todas las mujeres tenaces y luchadoras. Fieles a sus principios y a sus convicciones.
Con la esperanza que no haya que celebrar días especiales para recordar lo importantes que son.

Especialmente a mis seguidoras blogueras con todo mi cariño.
¡Y que le den al Gray de las 50 malas sombras!





Esta nueva visita a los juzgados por causa de una denuncia por malversación de fondos públicos, me ha hecho recordar aquella otra en la tuve que personarme para solucionar la querella interpuesta por mi ex-mujer a causa del divorcio. Estaba claro que ella lo quería todo y yo no le pensaba dar nada en absoluto.

Me la tenía jurada desde que la abandoné por una fémina de armas tomar, joven, bonita que además era una abogada de prestigio que me iba a solucionar el fregado en el que me hallaba metido por causa de dicha denuncia. Mi anterior pareja  se lo había tomado muy a pecho y me quería hacer la vida imposible. 
Pero como era hombre de muchos recursos, supe salir airoso del lance utilizando la sapiencia en leyes que ostentaba mi actual compañera...

Recuerdo con aprensión lo insoportable que se me hacía la convivencia con mi mujer. Era sosa y aburrida, siempre estudiando para sacar unas oposiciones a no sé qué, que nunca conseguía superar por las dificultades que tenía a la hora de concentrarse; pues estaba más pendiente de mis continuos devaneos y escapadas que en los libros de texto y los apuntes.

Soy hombre de mundo al que le gusta experimentar nuevas sensaciones, no iba a verme limitado por un matrimonio de conveniencia, y menos por una mujer que no me complacía lo suficiente ni cubría mis expectativas sexuales.

Yo soy un político de éxito que en su momento aprovechó la oportunidad de un emparejamiento con la hija de un director de una de las cadenas de alimentación de renombre, para medrar y prosperar con las influencias y los contactos proporcionados por mi suegro; lo demás me importaba poco, una vez pasada la pasión del romance inicial y después de conseguidos mis propósitos; la relación de pareja se enfrió y me empezó a aburrir.

Me acuerdo de sus lágrimas y sofocos esperando a que apareciese por la puerta tras una larga noche de copas y clubes nocturnos. Era patética en su impotencia. Después vinieron los enfados y recriminaciones, y más tarde las amenazas que terminaban indefectiblemente en largas depresiones y días enteros sin dirigirme la palabra.

Ya tenía todo bien atado de antemano, para que ni un presunto divorcio o una denuncia tan siquiera, salpicase mi meteórica carrera, o pudiese hacer mella en mi economía personal.
Ella juró por lo más sagrado que se vengaría de mí costase lo que le costase. Me reía en su cara al igual que me congratulaba cuando se lo comentaba a los amigos de juergas y trasnochadas o a mis eventuales amantes.

Yo me salía con la mía siempre y a pesar de todo. Esa bruja no me cazaría en sus redes de mujer amargada y resentida que pretendía que siguiese un guión ordenado según su mentalidad pacata e insulsa de fiel esposa entregada.

Como era de esperar y al cabo de los años, hizo lo que se presuponía que iba a hacer tarde o temprano: Pedir el divorcio interponiendo una denuncia en toda regla. Quería sacarme hasta la cerilla de los oídos; pero para eso tenía yo a mi flamante abogada, a la que conocí en el bufete al que acudí para asesorarme sobre el caso que se me presentaba.

No quería pagar ni un euro a la arpía, y la estrategia a seguir iba a llevarse a cabo en el juicio pendiente que tuvo lugar una mañana como la de hoy. Mi abogada había desarrollado un plan para evadirme de toda responsabilidad utilizando toda suerte de vericuetos legales a mi favor que me exonerarían de abonar ninguna cantidad pecuniaria por eso de no tener hijos a los que mantener. Saliendo por otra parte de rositas, de la trampa que presuntamente me quería poner la víbora de mi ex.

Verla en el juicio que se instruyó y mirarla a la cara, fue todo un espectáculo, resultó una gran satisfacción y más, cuando después de las conclusiones y el veredicto del juez vi pintada en su rostro la decepción al no haber conseguido absolutamente nada.
La jugada perfecta tuvo lugar, y vi como sus ilusiones por arruinarme la vida quedaban en una frustración desmesurada cuando mi abogada defensora supo presentar pruebas falsas pero bien urdidas, haciéndola incluso parecer culpable de infidelidad y acoso...

Todo estos recuerdos de ese día memorable de hace unos ocho años en las que gané una batalla más, quedando impune, me han hecho sonreír de nuevo al entrar hoy por la misma puerta, flanqueado por mi imponente, eficiente y apasionada abogada personal. Con una autocomplacencia que se me puede leer  en el rostro al saberme libre de antemano, de las acusaciones de unos estúpidos indignados del ayuntamiento, que me acusan por apropiarme de fondos públicos. 

Quejas, insultos, improperios y abucheos a mi paso. Me entran por un oído y me salen por el otro, eso no me va a hacer sentir culpable, aunque a fe lo sea ¡Y mucho!

Después de echar un vistazo rápido a la sala, la veo allí sentada con cara de pocos amigos y con una sonrisa torcida y lobuna que no presagia nada bueno para mi persona.
Al instante, se me caen los palos del sombrajo a la par que el alma a los pies.
Al final la mala pécora consiguió su propósito. Aprobó las oposiciones, y recordé de sopetón que para mi desgracia, dichas oposiciones eran para juez de lo penal-administrativo. 

Y allí estaba ella, vestida como viuda negra, sentada en lo alto del estrado, dispuesta a destrozarme y hacer de justicia ciega... ciega de odio y sedienta de venganza, de esa que se sirve fría y está a punto de ser aplicada en mi contra, en forma de instrucción judicial con todas las de la ley.
Esta vez presiento, que no saldré airoso como la primera en la que me enfrente a esa mujer, de la que no me dio tiempo a conocer en todas sus facetas. 




Derechos de autor: Francisco Moroz



sábado, 4 de marzo de 2017

In Crescendo




Ella me cautivó desde el momento en que la vi por primera vez en aquella fotografía en la que aparecía con pose provocadora. Me acabó por convencer de que esa chica de larga melena color caoba y ojos verdes felinos, era la mujer que me correspondía. La que llenaría mis días de razones para vivir, aquella por la que nunca dejaría de suspirar, la que adornaría mis sueños de gratas sensaciones, la que culminaría mi búsqueda incesante; la que aportaría una justificación para seguir respirando diariamente.

Anunció que pasaría por mi ciudad para estar cerca de mí, y se me insinuó para que la acompañara una de aquellas contadas noches en la que me dedicaría unas cuantas horas de su preciada presencia.
Me hacía feliz aquella invitación, era el elegido por la diosa Afrodita, que con su simple presencia eclipsaba a las más radiantes luminarias femeninas. Era yo, un simple mortal que no aspiraba a tanto, el correspondido con su amor.

Me preparé pues para la cita deseada durante tanto tiempo de ausencias. 
Al cabo de una semana ella, mágica y perturbadora, llegaría. No quería defraudarla demostrando no estar a la altura de las circunstancias, no quería avergonzarla con un aspecto desaliñado con lo cual; me compré ropa nueva y me hice un buen corte de pelo, me afeité a conciencia e impregné mi piel con un costoso perfume varonil de irresistible fragancia.

Cuando llegue el momento, pensé, portaré esa invitación impresa, junto con el anuncio y la fotografía que mi amada me envió como guiño seductor, y saldré por la puerta a su ansiado encuentro.

No, ella todavía no conocía mi aspecto, pero ansiaba conquistarla con mi presencia; no es que fuera ningún modelo de pasarela ni un Adonis, pero confiaba en que mi devoción por su persona supliera mis pequeñas imperfecciones.

-No necesitaré hablarle, -me dije. Únicamente la miraré y a lo mejor, ella, también posa sus ojos en mi persona. Saltarán chispas que encenderán una pasión inconmensurable que nunca tendrá final; como universo que se expande hasta el infinito llenando con brillantes estrellas los espacios vacíos y oscuros de un interior en el que únicamente tendrá cabida su esencia de mujer.

¡Por fin! Llegó la noche en la que ella y yo estaremos juntos, estoy nervioso como un adolescente con el anhelo de un primer beso de amor verdadero, tiemblo, aunque la temperatura exterior sea cálida. Mis poros se dilatan ante la expectativa del encuentro, el vello se eriza en mi piel por causa de escalofríos intermitentes de emoción.
No puedo explicar ninguna de las sensaciones que me embargan y temo no ser dueño de mis impulsos cuando llegue el tan ansiado contacto.

Entro en el recinto donde me ha dado cita con pasos dubitativos, como queriendo huir ante un peligro presentido, pero mis pies avanzan mecánicamente. A lo mejor es por el ambiente ruidoso que reina en mi entorno que mi cabeza ha perdido las directrices prefijadas; y sea el corazón el que ha tomado el mando y el que marca con sus latidos el ritmo de mis piernas, el que me incita a acercarme más y más, buscando el lugar más próximo por donde espero que ella haga su entrada.

Quiero que me vea en cuanto su mirada se alce buscándome entre la gente, que me llegue cercana su voz en cuanto sus labios se separen.

La adrenalina se dispara cuanto de improviso, en este espacio creado para ella y para mí, se hace el silencio repentino y la oscuridad. Sé que ha entrado en escena en cuanto a su alrededor, la luz se enciende y parece buscarla hasta que la encuentra, descubriendo esa presencia etérea que me enamoró desde que la conocí, esos movimientos acompasados y seductores al ritmo de una melodía que comienza a oírse como telón de fondo, unas simples notas que suenan a promesa con su primeros acordes, que hacen vibrar todo mi ser, incitándome a gritar de emoción y alegría; y esas notas In Crescendo, son las que desatan en mi cuerpo la imperiosa necesidad de entrega.
La exigencia de declarar mi amor incondicional a su persona. Sin vergüenza, a pesar de la multitud que me rodea, que estorba y condiciona la exclusiva intimidad que deseo mantener con mi amada.  

¡Por fin! levanta su mirada para enseñarnos esos ojos felinos y verdes como piedras de esmeralda, barriendo con ellos todo el auditorio y encontrándose con los míos que ya lagrimean de tanta tensión acumulada.

Es entonces cuando se acerca al micrófono y su voz sensual y acariciadora reverbera a través de los amplificadores y siento que su canción está dedicada expresamente a mí, a pesar de estar arropado por otras dos mil personas devotas incondicionales de su preciosa música. Y el amor lo inunda todo en una noche que se hará inolvidable y con la que llenaré mis horas de soledad hasta la siguiente cita con ella.  



Derechos de autor: Francisco Moroz


                                Relato dedicado a Conxita Casamitjana. Te lo debía ¿Recuerdas?



LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...