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miércoles, 21 de octubre de 2020

Con tiempo





 – ¡Espabila! que no hay tiempo que perder” me decían

 ¿Cómo se puede perder algo de lo que no dispongo? Les respondía.

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–Me intentaron convencer sobre el concepto de que el tiempo corre o vuela, pero muchas veces el tiempo se me hacía eterno, como que no avanzaba; ¿sería ese, el famoso tiempo muerto?

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–Hay un dicho popular que reza: “Si ves que el tiempo pasa por tu vida y tú no avanzas tal vez debas cambiar de forma de vida” por lo tanto, si observáis en algún momento que es el tiempo el que no avanza mientras vosotros os desvivís; será hora de cambiar las pilas al reloj o darle cuerda

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– ¿Y esa milonga de que el tiempo es oro quién se la inventó? cuando es algo que no se puede guardar, ni ahorrar ni retener, ni intercambiar?  El tiempo es más bien arena que se nos escapa entre los dedos, o una ilusión, que dijo Einstein; y si lo dijo él, entonces es que el tiempo es relativo.

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–Me reía cuando tenía que recoger mi cuarto mientras oía decir a mi madre por activa y pasiva: “El tiempo pone cada cosa en su lugar”

Una gran mentira, siempre era yo el que las terminaba poniendo en su sitio.

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–Tenía en la escuela un buen profesor que nos enseñó que el tiempo es el mejor maestro. Hubiera salido corriendo entonces, si hubiera sido consciente, que con los años, el tiempo mata a sus discípulos.

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–El tiempo pasado no es mejor, es anterior. El tiempo presente es el tiempo en sí, es decir, la forma del verbo. Y el mañana es un adverbio de tiempo. Por cierto: ¿Qué tiempo hará mañana?

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–Si el tiempo lo cura todo y es medicina para todos los males. No comprendo porqué, al paso del tiempo no sobrevive nadie.

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–Darle trigo a los tres tristes tigres me suena raro de por sí, pero darle tiempo al tiempo es un concepto que me sobrepasa.

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Esos que dicen: "Hagamos tiempo" no están pensando en crearlo, sino en dejarlo pasar.



Derechos de autor: Francisco Moroz

jueves, 8 de febrero de 2018

A modo de despedida



Si pudieras leer mi mente sabrías del vacío que has dejado con tu ausencia.
Mis horas estaban llenas de tu presencia y ahora, me sobra tiempo para compartir. Excesivos silencios y lágrimas.

Si pudieras leer mi mente conocerías todo lo que guardaba en mi interior para decirte y ofrecerte, como un regalo dedicado exclusivamente a tu persona.
Ahora las emociones se han quedado encerradas sin poder expresarlas de viva voz y eso, me erosiona el alma.

Si pudieras leer mi mente, comprenderías mi impotencia al no haber sabido traspasar del todo la niebla de tu olvido, enfocar tu mirada perdida, aclarar tu confusión y aliviar el dolor que te asediaba.

Hoy las palabras se marchitan en mi boca, los besos se me mueren en los labios. Pues cuantos “Te quiero” quedaron por decir ¡Ojalá lo supieras! Para que de esa forma no me sintiera tan indefenso ante la falta de respuestas.

Si pudieras leer mi mente descubrirías mi dolor agazapado arañando mis entrañas cada vez que soy consciente de tu pérdida irremediable.
El camino se hará más largo a partir de ahora sin tu compañía, sin tus consejos y sin esa sonrisa inocente que me iluminaba los desánimos.

Si pudieras leer mi mente, tendrías la certeza de que nunca te olvidaré, que te llevaré como referencia allá a donde vaya hasta que mi ocaso se perfile por el horizonte o mi memoria como la tuya, se borre irreversiblemente.

Se lo orgulloso que te sentías de los tuyos, lo que los amabas. Yo que estuve a tu lado lo comprobé, aunque solo lo pudieras manifestar a través de una mirada absorta o alguna palabra balbuceante.

Si pudieras leer mi mente conocerías todo el amor que reservaba para ti, pero no hubo ocasiones suficientes, nos tuvimos que despedir inesperadamente entre ilusionados ¡Hasta pronto! ilusionados con volvernos a ver.
Pero tras la muerte, solo nos queda la esperanza del reencuentro en esa otra tierra prometida.
Al menos me dejaste como herencia los recuerdos de los momentos compartidos, los disfrutados y los sufridos, y eso me alienta la confianza y ha de consolar la espera.
Hoy por lo pronto, solo la tristeza y la angustia me acompañan junto con una melodía que me moja los ojos cada vez que la escucho. 


Si pudieras leer mi mente, te darías cuenta que es mi corazón el que de continuo, te echa de menos.

Derechos de autor: Francisco Moroz







viernes, 24 de marzo de 2017

Que cuento tienes






Lo malo de la realidad es que además de triste te la sirven cruda.
Esto viene a cuento de esas historias que con la mejor voluntad nos contaron padres y abuelos e incluso algún hermano mayor “rara avis” que por lo general suelen pasar de los pequeños. Historias que siempre acababan con un: Y fueron felices…

Nada era cierto, pues indagando como escritor aficionado en las citadas historias, descubrí que las verdades eran otras y más oscuras.

Como ejemplo os traigo a colación la de “Alicia”. Muchacha que tuvo que ser atendida en urgencias por intoxicación a causa de la ingesta de sustancias psicotrópicas que la hacían ver conejos blancos y gatos sonrientes. Estaba obsesionada con un personaje al que llamaba sombrerero, la toma del puntual té adicticvo, y la celebración de los no cumpleaños. Algo absurdo y psicodélico como para alucinar en colores.

“Blanca nieves” acabó divorciándose del príncipe, que era de un azul desvaído, no tan fiel como aparentaba y con poca sangre en las venas, aunque sí muy venal y casquivano. 
Para ganarse la vida la pobre, tuvo que poner un circo donde le crecieran los enanos. Los siete que conoció hacía mucho que estaban bajo tierra, trabajando en la tuneladora del metro. Su madrastra ya no era ni el reflejo de lo que fue en sus mejores tiempos. Y el cazador, el único que pudo robarle el corazón, no quiso. 
Y es que la juventud y la belleza son manzanas con apariencia deseable y jugosa, pero en el fondo envenenadas.

Lo de “Ariel “, la bonita sirena del norte fue mucho más trágico. Cayó en las redes de un buque piscifactoría noruego y la pobre, no pudo escapar por pies. Ahora da nombre a una marca de congelados.

Hablando de pies. Al “Zapatero remendón” se le acabó el chollo y está en prisión preventiva, pues aunque alegó que los zapatos que fabricaba se los confeccionaban por la noche los amables duendes, se descubrió que en eran trabajadores ilegales que dormían y trabajaban en las mismas instalaciones de lo que en realidad era un taller clandestino.

“Peter” se arrejuntó con “Campanilla” y a base de polvos mágicos vinieron muchos niños perdidos de esos que llamamos "Ninis" porque ni estudian ni trabajan "Ninádená". El sufrido “Capitán Garfio” tuvo que ejercer como tutor, dada la reconocida inmadurez de los padres que todavía viven en los mundos de fantasía, mal llamados de Yupi. La verdad es que “Garfio” siempre tuvo mucha mano para el tema de la educación y mucho gancho para las criaturas. Por cierto los niños cuando nacieron, vinieron con el apellido de “Peter” debajo del brazo, o sea: El “Pan”.

“El Lobo feroz “se dejó de rodeos y atajos y se cepilló directamente a la “Caperucita” que por otro lado era una niña procaz y ligera de cascos que no se ponía encarnada por cualquier cosa. Se saltó la tertulia, el protocolo, y la conversación dilatoria, simplemente por evitar la parte en la que se lo tenía que montar con la abuela y travestirse, para perecer más tarde con violencia a manos de un leñador lobófobo, machista y radical; de esos muy musculados y descerebrados salidos de "Mujeres y Hombres y viceversa".

A los “Cerdos” constructores y especuladores inmobiliarios les derribaron las casas por haberlas edificado en una zona de bosque protegida medioambientalmente. Y aunque gruñeron, berrearon, presentaron alegaciones, escritos y demandas, ante la administración pública. No les sirvió de nada. Así que se hartaron de soplar y resoplar en vano hasta la extenuación revolcándose en su propia inmundicia. Y lo curioso que todo esto acaeció el día de San Martín. De ahí el famoso refrán. 

Por cierto eran ciertas las noticias que anunciaban que “Ali Babá” presentaba su candidatura al senado consiguiendo un escaño. Cuando los reporteros le preguntaron por su interés repentino en la política, respondió que le gustaba sentirse como en casa, rodeado de ladrones y riquezas sin número. Conseguidas estas a base de robo, extorsión y engañifas al sufrido contribuyente que a este paso terminará exiliado en el desierto de una árida existencia. 

“Cinderella” siempre fue un poco ceniza y no tuvo mucho éxito con los hombres a pesar de lo que nos contaron, pues estos le daban calabazas de continuo, a causa de su falta de higiene y por estar siempre rodeada de animales transformistas. Todavía sigue echando la culpa a una tal malhadada madrina; que no era otra que una fraudulenta manager que le prometió famoseo por un tiempo limitado con fecha de caducidad. Como a muchos otros artistas de moda que hoy son idolatrados por las masas y mañana nadie se acuerda de lo que fueron, o lo que hicieron por la sociedad.
"Vanitas vanitatum, omnia vanitas".

De eso sabe mucho “El flautista de Hamelin” que sigue atrayendo con su encantadora melodía hipnótica a todos los incautos que siguen pensando que se van a hacer ricos trabajando honradamente, que hay gobernantes honestos que velan por el bienestar del ciudadano, y empresarios pundonorosos que valoran el esfuerzo de sus trabajadores. 
Es cierto que la lotería les toca a algunos, a los que les suena la flauta por casualidad, como a Bartolo. Verdadero nombre del flautista que toca con un agujero solo. Yo personalmente cuando lo oigo, le mando con la música a otra parte. Por cierto otra versión se nos presenta como la del palo y la zanahoria, pero esa es para los más borricos.

Prueba fehaciente de que el tema de la honestidad está en baja es el caso de “Pinocho” un muchacho que tenía muy buena madera de currante, al que le contrataron por una ETT en un taller de carpintería. Todo esto después de mentir mucho sobre su experiencia, su preparación y su edad. Fue explotado vilmente hasta la extenuación por un jefe sin escrúpulos que le trataba como a un muñeco. ¡Un caso de narices!

“Bella” como todos sabemos, se terminó casando por puro capricho y por llevar la contraria a las leyes naturales y a sus padres, con un “Bestia” sobre el que actualmente pesa” una orden de alejamiento por malos tratos. Pues aunque dicen: “Que el hombre y el oso cuanto más feo y peludo más hermoso” no es más delicado y amoroso, ni tiene afanes de pulir su carácter y suavizar su genio. 
Y la luna llena y la primavera que son muy suyas para esto, tienen una influencia nefasta sobre este tipo de relaciones, pues alteran de mala manera la sangre de estos animales que se convierten en auténticos salvajes sin escrúpulos. Y en cobardes maltratadores y abusadores de indefensos. Están emparentados con los ogros de "Pulgarcito" y los machotes leñadores de "Caperucita" que nombré con anterioridad.

Y ya para terminar os dejo con “El Gato”. Apodo por el que es nombrado un gran intermediario, diplomático de reconocido prestigio. Preparador de discursos convincentes. Asesor de imagen sin parangón. Capaz de entronizar a cualquiera basándose en falsos informes llenos de mentiras y añagazas. Este mal bicho se pone las botas cada vez que triunfa con alguna de sus triquiñuelas. Prebendas, comisiones, sobornos, chantajes, extorsiones y favoritismos a dedo. Son armas que sabe utilizar con desparpajo y donosura en favor de sus protegidos que por lo normal utilizan trajes de Armani y Tucci y pagan con tarjetas tan negras como sus entrañas. ¿Donde se vio antes a los gatos colaborando con las ratas? Por eso os digo que no os creáis nada de lo que os cuenten los cuentos.
Estos personajes también son conocidos con el calificativo de picapleitos. 

¡Ah, por cierto! a “Hamsel “y “Gretel” ¡Por fin! de puro ansias, les compraron un bosque para perderse. Terminaron hospitalizados en urgencias con el azúcar por las nubes a la vez que una vieja boticaria jubilada se quedaba sin casa, desahuciada la pobre. Todavía se investiga por si ambos sucesos pudieran tener relación.

Y esto es a grandes rasgos lo que nos vendieron de niños, cuando no teníamos la capacidad suficiente para discernir entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto. 
Por esa razón, ahora, los que tenemos dos dedos de frente y si alguien nos intenta engañar le recriminamos con estas palabras: "Tú lo que tienes es mucho cuento" o "A otro perro con ese hueso"

Ya somos mayorcitos y sabemos de antemano, que la realidad sigue superando con creces cualquier historieta de ficción que nos puedan narrar los espabilados de turno. Todavía algunos se frotan las manos presuponiendo nuestra inocencia recién caída del guindo. Solo hay que asomarse a la ventana tonta y ver las propuestas de los anunciantes.

Van aprendiendo de sus pequeños fracasos y ahora nos venden la moto y nos adormecen la conciencia con deportes de masas y programas basura de televisión con más veneno y en altas dosis. Son menos elaborados y más directos pero contundentes. Se trata de una"Lobo-tomia" de masas pura y dura. 
Y esto es mucho más perjudicial para los cabritos y los borregos, que el peludo enemigo disfrazado, que intenta entrar en nuestras casas enseñándonos la patita por debajo de la puerta, y echando en nuestros buzones propaganda comercial que promete convertir nuestros sueños en realidad inminente. Lo mismo que hacía el genio gordo ese que decían que vivía dentro de una lámpara, o como el calvo lacrimógeno de la lotería que viene a incordiar por navidad, junto con el otro gordo de rojo. A este último si se lo tenía que comer un lobo, que es más cansino que recoger piñones del suelo.

Lo que consiguen con estas cosas es jorobarnos la vida como al de "Notre Dame"

¡Venga ya! ¡Que no nacimos ayer! ¡Dejaos de cuentos! 




Derechos de autor: Francisco Moroz


sábado, 16 de enero de 2016

Palabras mayores




Algo que les caracteriza y los une en hermandad, es la necesidad de ser escuchados, el que haya alguien dispuesto a poner sus oídos al servicio de su elocuencia.

Unos seres que en ocasiones los presientes desamparados y tantas veces abandonados en el olvido por los suyos; por los que más se sacrificaron y a los que más quieren.
Tantas veces solitarios y errabundos,desorientados y perdidos en una densa incertidumbre sobre el mañana.

Los puedes reconocer por sus gestos pausados y sus torpes e inseguros movimientos, por sus miradas ausentes, perdidas en un pasado lejano al que suelen viajar en su memoria cada vez con más frecuencia; pues para ellos, el futuro se conjuga con el imperfecto, indeterminado, e indefinido. Ya viven de prestado y saben que no saldrán vivos de esta aventura existencial.

Por eso mismo quieren rematarla y dejar memoria de su paso, y para ello nos necesitan.
Ponen empeño en seguir siendo útiles, se esmeran y se esfuerzan en los cometidos que desempeñan y que ya no les correspondería hacer. No quieren sentirse como trastos viejos olvidados en un desván o lo que es peor, en un sótano.

Te los encuentras por esa razón empujando carritos con niños, o de la mano de ellos, cargando sus mochilas y abrigos para que los nietos no se cansen. Con bolsas de la compra si es poca y no pesa mucho, pues sus espaldas se doblan con el dolor y los achaques, con la artrosis, la artritis o el reuma, o con todas a la vez que no es cosa de risa ni de broma.

Los puedes sufrir con infinita paciencia ¡pobres míos! en las cajas del súper del barrio, cuando con manos temblorosas de Parkinson o de vejez, sacan de su ajado monedero poco a poco el importe solicitado de lo adquirido, monedita a monedita con parsimonia desesperante pero comprensible.

Qué triste observarlos en los bancos del parque calentando sus huesos al sol de la primavera. Mientras siguen con mirada borrosa los juegos frenéticos de los chavales en los columpios, rememorando su propia niñez.

Suelen dar de comer a los gorriones y a las palomas, haciéndolas cómplices de su forzada soledad y aislamiento dentro de esta sociedad cuajada de despropósitos y tan deshumanizada, que a ellos los hace invisibles seres de desecho.

Sin embargo, ellos forman parte del patrimonio más reciente de nuestra historia, relatores de hechos de los que fueron testigos y partícipes.

Si te ofreces como oyente, pueden regalarte frases llenas de sabiduría, palabras desconocidas de las que se usaban antes, cuando la gente respetaba a sus mayores. Serán como Sanchos desgranando refranes, como poetas recitando versos y romances. Hace bien poco uno de ellos muy querido por un servidor, me regala un cantar de cuando se segaban a mano los campos de Castilla.

Harán que te remontes a tiempos donde el idioma era culto y campechano, al mismo tiempo que elegante, donde lo soez y lo grosero no dominaba el lenguaje y lo sometía a la pobreza lingüística con la que lo hace en la actualidad a causa de las prisas por no escuchar; por la llamada economía lingüística, alegando que el tiempo es oro como para usar muchas silabas y vocales para comunicarse, y que lo poco dicho, a buen entendedor basta. ¡Pues no! estamos muy equivocados.   

A la contra. El hablar de los viejitos es pausado, humilde y llano. Te acercará irremediablemente  a sus corazones cansados, llenos de pasión y sufrimiento, rebosantes de esa juventud que tantas veces les falta a los jóvenes que en un frenesí por gozar de todo con rapidez; se dejan lo mejor en el camino.

Si les acompañas, te comparten su alma y su intimidad.
Ellos tan desbordantes de experiencias y tan necesitados de comprensión y compañía se entregarán plenamente, se pondrán en tus manos y en tus oídos.

Correrás el riesgo de oír las mismas anécdotas, pues su mente ya no es ágil, y te suplicarán sin orgullo con la mirada, que les perdones, por lo que olvidan y por lo que repiten. "Sus gramolas están desgastadas y se rallan"

Cuando les hablas, y les dedicas tu tiempo, te miran con sus ojos llorosos y  velados, pero luminosos y sonrientes de gratitud, como si fueras un milagro a causa tu generosidad gratuita para con ellos. Presientes entonces la felicidad que les embarga al sentirse reconocidos, queridos, y apreciados como personas completas que son y enriquecidas por el pasar de los años.

Aunque sus arrugas griten lo contrario, su piel implora besos y su cuerpo abrazos. Ellos también fueron jóvenes y queramos o no, nos reflejamos en ellos presintiendo lo que nosotros mismos llegaremos a ser con el paso de los años; si el curso de natura sigue su camino y la enfermedad grave nos ignora y respeta, de la mayor manera posible.

Yo les respeto y les escucho, pues se ganaron a pulso lo conseguido. Son dignos supervivientes de muchos inviernos, duras batallas y grandes desvelos.

Escuchando con nuestra mejor actitud aprenderemos de seguro alguna cosa nueva, aún siendo un fugaz suspiro o un leve murmullo.

Pues cuando un anciano habla, lo que sale de su boca siempre son palabras mayores que merecen la pena ser escuchadas pues valen su peso en oro.
Especias que dan sabor a lo relatado por ellos.





miércoles, 14 de octubre de 2015

Amor de quita y pon





Desde que lo conoció sintió una gran conmoción interior, fue como si su mundo se centrara en su sola presencia. Lo identificó como amor a primera vista y no cejó en su empeño para tenerlo, de poseerlo, de hacerlo solamente suyo.


Así lo hizo, pues desde pequeñita cuando ella se empeñaba en conseguir algo, lo conseguía.


El amor es algo tan incondicional que te arrastra a las mayores locuras, y él la supo conquistar con su tierna mirada profunda. 

Cuando lo acariciaba sentía que se fundía de ternura y si le abrazaba su seguridad era completa, la llenaba de una gran serenidad. De hecho siempre se les veía juntos, se acompañaban de forma perenne, ninguna fuerza humana era capaz de separarla de su gran amor verdadero, su amor definitivo.

Siempre salían a pasear, comían y dormían juntos en la misma cama. Ella se prometió que así sería por siempre jamás, como en los cuentos de princesas radiantes y príncipes azules.


El nunca destacó por ser un gran conversador, pero su infinita paciencia lo compensaba con creces, al igual que su capacidad para escuchar todas esas historias que al final de la jornada ella traía para contarle.


Cuantas pataletas, berrinches y caprichos de niña pequeña tuvo que soportar su amado. Cuantas lágrimas derramadas tuvo que enjugar con su cuerpo. Cuanta compañía y comprensión le supo dar.

  
Los días pasaban muy lentos cuando se encontraban separados. Le echaba de menos, deseaba su presencia para sentirse completa. Al regresar a casa siempre la esperaba, fiel en recibirla con esos ojos negros que la conquistaron desde su primer encuentro y esos brazos abiertos que tanto la arropaban.

Pero los años no pasan en vano; las formas y las actitudes fueron cambiando irremediablemente al igual que los sentimientos y la pasión. La rutina se va asentando en nuestra cotidiana existencia

haciéndola tornadiza en anhelos, cambiando nuestros intereses por otros más deseables y atractivos. Eso pasó también en su relación, que se hizo demasiado predecible y repetitiva rayando el tedio.

Ya no se llenaban ciertos vacíos desconocidos hasta ahora para ella. Sus ansias de conocer de aprender sobre cosas nuevas ya no era capaz de llenarlas su compañero. El se había quedado rezagado, convertido en un ser lento de reflejos, tardo en seguir el ritmo de su personalidad vital, desmesurada de hormonas

descontroladas de joven mujer.   

Y poco a poco ese amor en teoría eterno, se fue apagando lentamente. La muchacha encontró nuevos territorios que explorar, nuevos amores más prácticos y menos platónicos que gozar; y él se sintió apartado, relegado a un segundo plano por ella, por su gran amor. Lo aceptó con naturalidad, como trasto inservible que sobra en la nueva y flamante forma de entender la vida de su compañera.


Afortunadamente la tristeza y la desolación son sentimientos muy humanos. Los osos de peluche no los traen de serie, y eso les salva de la decepción y del dolor de sentirse utilizados y más tarde despreciados como meros objetos de usar y tirar que son, un mero capricho para jugar o un simple adorno.


Con los seres de carne y hueso, de sangre corriente en vena, con corazón palpitante y sentimientos ubicados a flor de piel, ocurren cosas diferentes. 

Es lo malo de respirar, amar y desear...
que no aguantamos lo suficiente cuando nos convertimos en invisibles para la persona que nos amaba y no solo nos sentimos arrinconados, sino que al final tenemos que marchar al exilio,a la soledad y el olvido con el corazón marchito de desengaños y lleno de heridas. Donde los parches no arreglan los jirones ni el dolor que desgarra y que rompe lo más profundo de nuestro frágil ser. 
Deseosos que alguna vez alguien nos rescate con un abrazo o una mirada que nos haga importantes de nuevo.




                                                                             Derechos reservados de autor. Francisco Moroz

                                                                                           Código de registro: 1604307356618

sábado, 23 de mayo de 2015

Parece...¡Que ya si! ¿O no?



Desde que empezaron a oírse los rumores de que el fin estaba cerca, todo el mundo se preparó para el acontecimiento que nos sorprendería por lo inaudito. Y mientras desarrollábamos  nuestras labores cotidianas, nos manteníamos expectantes y pendientes del telediario y la prensa a la espera de nuevas noticias que nos anunciaran novedades al respecto.

Pasaron algunos años más y el final no llegaba. Bueno, ni el fin ni el principio ni nada que se le pareciera, de tal forma que la tensión acumulada por la larga prorroga se fue relajando, ya nadie se inmutaba cuando alguien volvía a repetir: ¡El fin está cerca!¡Estad preparados! La desgana cundía entre los ciudadanos y nos parecía estar oyendo ese famoso cuento que escuchábamos de niños referido a un tal Pedro y el lobo.


Era curioso ver a políticos, empresarios y banqueros tan tranquilos todos ellos con la noticia, tan relajados y seguros de si mismos ¡Creo que algo traman los que silban y miran para otro lado! Cuando muy al contrario los ciudadanos de a pie estábamos estresados y con los nervios a flor de piel por ese acontecimiento que se nos anunciaba repetidamente de forma insistente y hasta cansina y que de repente se diluía y relegaba al olvido, como si nada hubiera pasado. ni nadie hubiera dicho nada.


Con este continuo "Correveydile" las gentes sencillas y de bien. Humildes trabajadores, funcionarios y autónomos, parados y amas de casa con ancianos y niños dependientes de ellas; ya no prestaban atención y seguían cada cual a lo suyo, mientras los de siempre iban a por lo de los demás. Algo habitual por otro lado en una sociedad tan injusta en cuanto a repartos de riquezas y obligaciones. (No las el estado)


Pero hoy nuevamente, una vez más se vuelve a oír por las calles y en los puestos de trabajo, en los super del barrio y en los foros de Internet eso de que es inminente el final y nos va a pillar a todos desprevenidos por vacuos e irresponsables que dicen que somos.¡Que es que nos lo están avisando con tiempo! Y nosotros haciendo oídos sordos. ¡Jopetas! Que somos la pera embotellada y la leche de irresponsables y dejados.


Yo ¡De verdad! Creedme y perdonadme, incluso juzgadme como intrascendente y banal si queréis, colgándome un San Benito inquisitorial. Todo esto me sigue sonando a leyenda urbana como la de los ovnis avistados en Alpedrete o las apariciones de la mujer de la curva. y la existencia de los pañales del niño Jesús y la sangre roja de las alcaparras.


Creo que son invenciones de los manipuladores. Como el tema del fútbol y Eurovisión para mantenernos distraídos, con miedo y pendientes de cosas intrascendentales. Cortinas de humo para despistarnos y jugar mientras tanto a dirigir naciones a lo tonto y a lo loco, como Chaplin en la película: El gran dictador. Para poder seguir dándonoslas con queso como a los ratones coloraós.


De veras que no me creo nada. Aunque presupongo que al igual que el fin de los tiempos, la muerte y el recaudador de impuestos llegará también algún día de estos, el final de la crisis. Quizá justo cuando ya nos dé todo igual y estemos de siesta.


¡Bendito País de indignados indolentes!


Ahora con las elecciones volvemos a ver los mágicos brotes verdes y de nuevo nos dirán que el final de todos los problemas sociales se vislumbra en el horizonte.


Aquí incluyo un esbozo de sonrisa irónica de incredulidad.






jueves, 23 de abril de 2015

Café y libro


Todos los que estamos relacionados con el mundo de las letras por un motivo u otro, celebramos un cumpleaños más, junto a nuestros amigos los libros. 
Editores y editoriales, autores y escritores, bibliófilos y lectores. Incluso nosotros los blogueros, que somos compendio de alguna de estas cosas, emprenderemos alguna acción representativa para homenajearlos. 
Cada uno lo celebrará a su modo: Unos saldrán a dar una vuelta parando en alguna librería y adquiriendo algún ejemplar de su gusto, otros simplemente leerán, otros visitarán alguna de las ferias que se montan entorno al acontecimiento o asistirán a alguna charla conmemorativa literaria. Incluso los habrá que por las Ramblas barcelonesas paseen con orgullo su libro y su rosa.

Yo personalmente os dejo esta reflexión y después me tomaré un buen café junto a un buen libro.

Os deseo a todos un día lleno de emociones
¡Feliz día del Libro!
y que esta historia no acabe nunca.






Muchos de nosotros somos testigos de primera mano de la cantidad de blogs literarios que relacionan el café con los libros.
Yo me he preguntado muchas veces sobre esa comunión que parece existir entre unos y otros. En apariencia ninguna ¿Verdad? Pero... estas son mis conclusiones. 

El café se comparte con los amigos alargando una comida en sobremesa agradable, con diálogos y conversaciones variadas sobre diferentes temas.

Los libros son amigos incondicionales que comparten sabias palabras escritas y agradables historias. ¿Qué mejor sobremesa pues, que con ellos?

El café debe de ser, intenso, aromático y sabroso como un libro.

Se puede servir de multitud de formas: con leche, cortado, sólo, doble, manchado, con nata, con licor, con azúcar o sin ella, con chocolate. los hay con denominación: Capuchino, Latte, Vienés, Americano, Árabe, Caribeño o Hawaiano, Irlandés Amaretto o Machiato. Un libro también puede presumir de variedad y género.
Los hay densos y ligeros, sabrosos, largos y cortos. Intensos, dulces y amargos. Algunos de ellos tan fuertes que te saltan las lágrimas. unos muy calientes y otros que te dejan frío.


El café de calidad te deja ese retrogusto en el paladar que te permite recordar ese placer después de haberlo terminado. Justo, justo como una buena obra literaria con argumento bien trazado y escrito, la cual traerás una y otra vez a la memoria para disfrutar de aquél deleite que te proporcionó, incluso repetirás releyendo para disfrutarlo de nuevo y sacar nuevas texturas y sabores.

El oscuro liquido contiene ingredientes naturales excitantes, la famosa cafeína que propicia el alejar el sueño y mantenernos despiertos, atentos y concentrados. Lo mismo una buena historia que mantiene nuestros sentidos alertas y nuestra mente excitada, cuantos libros quitan el sueño y cuántos nos han alargado la vigilia si es que nos los hemos llevado a la cama como cumplidos amantes.


Me fijo en las múltiples ventajas que reportan tanto el café como los libros. Son curiosas y reseñables.
A saber:

Café:  Aumenta la memoria.

           Previene la depresión.
           Revoluciona el metabolismo.
           Reduce el riesgo de diabetes.
           Aumenta la resistencia.
           Ayuda contra la enfermedad del Parkinson.
           Impide la gota.
           Es un antioxidante.
           Previene el cáncer.

Libro: Mejora tu memoria.

           Previene el aburrimiento y entretiene.
           Revoluciona las neuronas cerebrales.
           Reduce el riesgo de la ignorancia.
           Aumenta el vocabulario y la concentración.
           Ayuda contra la enfermedad del Alzheimer.
           Impide las malas conversaciones.
           Te desarrolla emocionalmente.
           Reduce el estrés.
           previene el cáncer de la incultura.

Todo son ventajas como veréis, aunque siempre sin excesos, pues el café te puede fastidiar el sistema nervioso y muchos libros te pueden conducir a la locura de Don Quijote, sobre todo los mal escritos, los intrascendentales y los insustanciales... Pero el riesgo es menor en estos casos, y los efectos secundarios menos notables.


por eso queridos lectores estamos de enhorabuena. invitar a una persona querida a un café con tertulia o regalarle un buen libro, es prácticamente una garantía de éxito en nuestras relaciones sociales, sentimentales y amistosas. Por ello:

Son de mi gusto esas librerías que te permiten degustar un café, mientras saboreas un buen libro, es un acierto que atrae a clientes y los hace fieles amigos, contertulios y unas muy felices personas.

En la próxima cita pediré: café con libro.





Derechos reservados de autor. Francisco Moroz

martes, 24 de marzo de 2015

El reflejo.





Aquél día trascurrió sin nada reseñable que debiera destacar para los anales de mi cotidiana historia,

todo lo habitual, todo lo rutinario, todo rayano en el aburrimiento: jornada de trabajo, pequeñas conversaciones referidas al mismo, algunas compras, contacto esporádico con algún vecino, un par de llamadas telefónicas, unas risas en el bar con unos amigos del barrio, una rápida visita a mi anciana madre ... Pero llegando al final de la jornada algo me mantenía inquieto y no sabía cierto de lo que se trataba. Como un resquemor dentro de mis entrañas, un desasosiego angustioso que me mantenía los nervios a flor de piel.

Un pequeño detalle se me escapaba y me tenía en vilo, incluso no me dejaba dormir.
Ya en la cama, hice balance, de forma en que los entendidos en literatura llaman "Flashback" algo así como una marcha atrás en el tiempo pero a cámara lenta, para que no se pasase por alto ningún detalle... y nada. ¡Bueno sí! algo había: el recuerdo de un pequeño reflejo latente en una pequeña superficie acuosa en movimiento de un ser despreciable que me causaba cierto temor.

Algo sin importancia aparentemente, pero a lo único que podía achacar mi desazón e incomodidad. 
Fui profundizando en ese pequeño suceso que mi cerebro clasificó como algo pasajero e irrelevante archivándolo en un rincón de mi subconsciente para no ser recordado, pero que mi consciencia mantenía bajo un foco de escenario, para señalarlo, marcarlo, y mantener despierto mi intelecto impidiéndome descansar.

Al final el sueño llegó a mi abatido cuerpo, un dormir revuelto, intranquilo, en el que mi "Pepito Grillo" seguía trabajando y a lo suyo.

La pesadilla hizo acto de presencia. Recuerdo un ser grotesco con rasgos deformados por la violencia o la locura, alguien fuera de sí gritando y un cúmulo de sensaciones negativas: miedo, incomprensión, dolor, pena, sufrimiento. y un diminuto reflejo que me imitaba exageradamente en una gota de agua.
Desperté al momento y comprendí horrorizado que es lo que atenazaba mi corazón en franca congoja.

Habitualmente mi forma de ser es tranquila. Se debe a la educación recibida que mi comportamiento sea el correcto. Suelo respetar las normas elementales del saber estar en sociedad; pero hay algo que me irrita sobremanera: que me lleven la contraria cuando creo llevar la razón. Mi talón de Aquiles, mi punto débil
en las relaciones con los demás.

Comprendí el sueño y lo que en el se representaba.
El ser grotesco era yo. Meridianamente yo, reflejado en algo tan diminuto como una lágrima.
Era el monstruo que se escondía tras mi personalidad, ese que intentaba domeñar sin conseguirlo a diario, y que resurgía cuando la situación le era propicia.

Aquel día y de forma desaforada hice llorar a alguien muy querido: a mi madre. Enferma, anciana y un poquito sorda. Hablé con ella y no consiguió comprender lo que yo le comunicaba, malinterpreté sus respuestas y perdí el control como siempre. Llevaba mucho tiempo perdiendo los estribos en cada encuentro y ella lloraba, y yo me reflejaba en sus lágrimas sin darme cuenta de la mutación que se realizaba de mi persona en ese ser repugnante, violento y desalmado que era capaz de hacer sufrir a un semejante; torturándolo hasta causarle dolor de alma.

Esa misma noche la llamé y la pedí perdón, como sólo los necesitados de redención son capaces de pedirlo sabiéndose condenados. 
Al día siguiente no fui a trabajar, ni al bar con los amigos. ¡Eso sí! hice la compra: Un gran ramo de flores para mi madre. Pasé el resto del día con ella, diciéndole  lo mucho que sentía el trato que había recibido por mi parte y confirmé lo mucho que la quería, prometiendo desde un hondo pesar que aquellas situaciones no volverían a producirse. Ahora el que lloraba como niño era yo.

Me acarició las mejillas, me envolvió con su sonrisa más cálida y me abrazó como sólo lo saben hacer las madres, dando por zanjada la conversación al respecto. Sin rencor, sin recriminaciones.

Ese mezquino ser que se agazapa en cada uno de nosotros y es capaz de asustar e infringir dolor, está ahí. No seremos dignos de llamarnos hombres, si no somos capaces de domar esa bestia descerebrada y violenta que llevamos dentro. Esa que infringe dolor a los débiles y es capaz de maltratar la fragilidad de lo más amado.
No la llaméis violencia de género, ¡Es absurdo! no hay género para la violencia ni forma de excusarla.  

Quizá las lágrimas nos descubran a ese ser brutal disfrazado de cordero y nos propicie su derrota. 
  



Derechos reservados de autor. Francisco Moroz

miércoles, 18 de marzo de 2015

Consummatum est



El cielo amanecía gris, cerrado, cuajado de nubes que presagiaban lluvia. No hubiera tenido mayor importancia si él no se hubiera ido justo esa mañana sin avisar. Algo así como una señal del afligido día que nos esperaba.


Su aliento de vida era cada vez más débil, su luz se fue apagando poco a poco a lo largo de una semana de penar desasosegado y falto de descanso. 

El lo preveía, intuía que el gran viaje iba a llevarse a cabo de forma inminente y sin posible demora, aunque nos empeñáramos en retenerle a nuestro lado. La limitación humana es patética.

Había preparado su escaso equipaje lleno de cosas sencillas a la vez que primordiales para un viaje trascendental y sin retorno. Su bagaje interior era de un resplandor absoluto que lo impregnaba todo de radiante luminosidad, su cara de felicidad cuando partió era indescriptible, auguraba el encuentro con algo deseado. Como la continuidad de un hermoso sueño del que ya no quiso despertar.


No dejó engorrosas tareas inacabadas para los que quedábamos, pero si todo lo que tenía que decirnos a cada uno de los que le apreciábamos, tantos momentos inolvidables que rememorar, muchos diálogos, incontables celebraciones. Siempre había algo que festejar, que agradecer, por lo que alegrarse. Y siempre juntos, que era para él, lo verdaderamente importante. 


Se fue despidiendo de cada cual con pequeños detalles, con sonrisas y miradas azules, con paciencia infinita ante el dolor, con humildad consciente y actitud agradecida a sus cuidadores. Los que más próximos estuvieron de su presencia, resultaron contagiados de su aura de energía positiva. Era un hombre bueno y no lo sabía. Nosotros sí, era imposible no darse cuenta de ello.  


Cuan grato recuerdo dejó su marcha serena, todo lo llenaba de sensatez y buen juicio discreto, sin imposiciones severas; toda opinión carente de soberbia y orgullo, como un buen y sabio maestro.

Todo. Hasta su marcha, la hizo suave y apacible, con ese orden efímero que mantienen las cosas en este mundo perecedero y lleno de inquietud y prisas.

Su partida nos dejó el alma rota de dolor, con recuerdos enteros de vivencias inacabadas, con ganas de su tiempo, de su presencia, de sus abrazos y sonrisas, algo de lo que nunca andaba escaso y nosotros siempre necesitados. 


El hombre de manos tan grandes como su enorme corazón se fue pausado, como se van las estaciones. Lo dio todo como hijo y hermano, como esposo y padre, como abuelo y más... Alguien

enorme para todo el que le conocía, alguien que resultará difícil olvidar y fácil de traer a la memoria de vez en vez, cada poquito rato sin llorar su pérdida.

Era su fe en el futuro indiscutible, la certeza de que su irse no sería para siempre.

Aunque inevitables son las lágrimas de los que nos quedamos, derramadas con el sentimiento de que algo se nos quiebra adentro, a pedazos, como frágil cristal. 

Recordad:

Todo el que nace llora mientras los de alrededor sonríen dándole la bienvenida. El partió sonriente mientras en su entorno todos llorábamos su marcha. Consiguió dejarnos huérfanos y felices; el familiar y conocido llanto alegre por la esperanza del reencuentro. 

A lo largo de la jornada el cielo se abrió luminoso, brillaba el sol, como anuncio de una llegada prevista, la muerte recogió lo que era suyo. Sólo lo suyo. La energía y la fuerza vital que le habitaron trascendieron a lo eterno, a lo que perdura por siempre.


Hablo de un hombre fiel a su principio, que supo adornar su existencia con gestos constantes de Amor, con rasgos generosos de entrega y sacrificio gratuito.


Sanador con la palabra, la escucha y la caricia. Comprensivo, atento. Respetuoso con lo que sobrepasa la ciencia y la razón. Entregado a la tarea ímproba del servicio al prójimo. Con un espíritu flamígero de guerrero imbatible. 


Fueron su legado la semilla que rebrota en árbol fuerte, cuajado de ramas, de hojas y de fruto.

Su herencia: los retales de su presencia tan humana. Los pedacitos de Amor bien repartidos en su generoso sembrar en tierra fértil. Su fe en lo intangible fuerte, de la que mueve montañas.

La vida sigue, la vida perdura a pesar de todo: del dolor, de la angustia; De las pérdidas continuas a lo largo de nuestros pisados caminos.

Pero me asombro todavía, con pueril inocencia, de ver lo que convoca el Amor en torno suyo aunque ya no esté. Aunque lo presintamos.


Nostalgia del pasado es lo que queda, caras tristes y abatidos corazones. Soy consciente que tarde o temprano todo se posa y calma, dejando huella del paso de los seres y sus obras, dejando naves arboladas de velas, en las que otros agarrarán el timón y continuarán su viaje, con mapas trazados y mares navegables,
otros rumbos posibles, otros puertos inusitados y diferentes compañeros de viaje. Pero él se hallará siempre presente como brújula.

Me quedan sus palabras grabadas, pues no en vano en el comienzo fue el verbo y ese verbo nos hizo hombres de carne y sangre, de alma y tiempo; tiempo que se nos concede para crear lazos afectivos, formar familias, fraguar amistades, que después de amar hasta lo insospechable, has de dejar en desamparada soledad muy a tu pesar.

Y es que el final siempre es el mismo: la despedida, el adiós, un éxodo. Entonces, solo entonces es cuando vemos las cosas como son en realidad: pasajeras como nosotros, distantes, pretenciosas e intangibles.

Solo el hombre profundo en sus entrañas, el que se vacía de egoísmo, el que sacrifica jornadas en desvelos. Ese hombre que guía a los suyos, referente en su actitud, con firmes convicciones, compañeros de rutas peregrinas. Solo ellos y sus nombres, quedarán inscritos con fuego, en las almas de aquellos que aspiran a seguir sus pasos, palpitando sus corazones al ritmo de esa canción de vida que todos tarareamos cuando empezamos a navegar naciendo; y cuyo estribillo, él escuchó antes de arroparnos con su último abrazo y emprender la singladura en solitario. 
Ese estribillo esperanzador que reza: -Todo va a ir bien-

Estoy hablando del hombre al que tuve el privilegio de conocer y al que pude llamar Padre.



"Ese día que tú tanto temes por ser el último, es la aurora del día eterno."   (Séneca)






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