domingo, 16 de julio de 2017

Enemigo oculto







Muchos ven lo que aparentamos ser, pero pocos advierten lo que realmente somos. De ahí nuestros continuos ataques sobre los humanos, que padecen sin remisión toda nuestra fuerza cuando emprendemos acciones determinantes contra ellos.

Pocos parecen comprender que prácticamente todas sus batallas están perdidas de antemano, somos más fuertes y estamos mejor preparados para adaptarnos, nuestro secreto es el ataque masivo. Con determinación, sin treguas, sin dejar testigos.

Dejamos detrás nuestro infinidad de cadáveres y miles de damnificados.

Somos legión invisible, y cuando atacamos lo hacemos con armas biológicas que os hacen sentir nausea, fiebre y escozor. Os producen sarpullidos e irritaciones en la piel. Envenenando vuestro cuerpo frágil y vulnerable.

Nuestras estrategias van variando según vais desplegando las escasas defensas de las que disponéis, y como seres vitales que somos nos reproducimos y nos hacemos huéspedes de las víctimas a las que sometemos, ejerciendo una férrea tiranía una vez que las conquistamos. Somos como minas submarinas ocultas, a la espera de explotar desde adentro.

Nos conocéis como Ébola, Dengue, Fiebre amarilla, Herpes y rubeola. Sarampión y varicela. VIH o gripe…

Somos simplemente seres tóxicos, venenosos, e infecciosos, a los que identificáis como virus. 

Todo un submundo organizado y microscópico de destrucción masiva al que no podréis someter fácilmente.



Derechos de autor: Francisco Moroz


miércoles, 12 de julio de 2017

Vida plena





Estaba seguro que en aquel edificio como en muchos otros no sería bienvenido, le tendrían prohibida la entrada. Pero él se había criado en la calle, tenía un extenso expediente de noches de vigilia y ayuno forzado maullando a la luz de la luna. Se las sabía todas y no estaba dispuesto a perder la oportunidad. Era perro viejo, bueno, en este caso gato. Tenía hambre, y quería ponerse las botas.

Se cuela por la puerta de servicio, por donde sacan la basura, y pegado a las paredes, accede a una sala grande donde unos humanos arrugados, de movimientos lentos y cansinos, se reúnen en torno a una mesa, tirando sobre ella unos cartoncillos muy desgastados con imágenes coloreadas mientras balbucean palabras incoherentes como: “¿Vas a echar carta o esperamos a la medicación?", “Barajea de una vez”, “¿A qué jugamos? ¿Cinquillo, brisca, o chinchón?", “Me tienen que cambiar el empapador, me he mojado entera”, “ Ha salido el palo de bastos”.

Cuando oye lo del palo pega un brinco y se agazapa alarmado. Estos humanos casi siempre se muestran violentos con los de su especie, aunque estos en concreto parecen tranquilos a la vez que indefensos.

Ni lo ven pasar, silencioso como felino y negro como sombra, se parapeta junto a las patas de un sillón. Pero está equivocado, una voz cascada dice de pronto: “Me pareció ver un lindo gatito” y una mano sarmentosa se posa en su cabeza inesperadamente y le acaricia suave. ¡¡Ahhh!! Había olvidado esa sensación de bienestar, empieza a ronronear como cuando era cachorro y se deja llevar por el momento. Confiado levanta los ojos y ve a una mujer viejita que le sonríe dulce y pacífica. Él tuvo una vez un ama que era igual que ella.

Le susurra palabras que no entiende, pero que presiente amistosas, y confiado, se le sube a las rodillas.
Esa noche cena bien y duerme dentro de un armario entre zapatos, calcetines de lana y ropa variada. No le importa, de nuevo se siente querido y aceptado.

En la residencia de ancianos, “Vida plena”, nadie sospecha de su presencia, pero todos presienten que hay gato encerrado cuando de vez en cuando maúlla por lo bajini las noches de luna.

Derechos de autor: Francisco Moroz


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