viernes, 7 de julio de 2017

Querer es poder






Estaréis de acuerdo conmigo en que hacer gárgaras con vino tinto no os va curar un carcinoma de laringe aún siendo el vino de los caros y con denominación de origen. 
Como tampoco el cantar un bingo o ganar una mano a la ruleta, os vaya a solucionar la vida a nivel financiero. Pero nadie ha demostrado todavía, que esto pudiera ser imposible del todo.

A cada uno de nosotros se nos han planteado en más de una ocasión desafíos que en un principio nos parecieron impracticables, pero que con esfuerzo, tesón, sacrificios, herramientas y medios adecuados fuimos capaces de realizar con resultados satisfactorios. 
Que se lo pregunten si no a las mujeres trabajadoras que además son madres.

Personalmente me hallo en esa tesitura. La de haber recibido un encargo harto dificultoso en su resolución, algo que se presupone casi tan imposible como la teoría geométrica que expone la posibilidad de cuadrar un círculo.

¿Qué en qué consiste el trabajito?

Pues más o menos en lo que os comentaba en un principio: Librar a un hombre de reconocido prestigio, de un cáncer que le está consumiendo, hundiéndolo en la más penosa de las miserias, llenándolo de desesperación.

Dispongo para ello de preparación suficiente para dicho cometido, de motivación e instrumental adaptado a las exigencias pertinentes. 
También de un lugar de trabajo con un entorno sugerente.

Cuando termine, no quedarán huellas de mi paso. Solo el cadáver de la mujer de un banquero, en medio de una sala del gran casino.
Un camarero al que nadie recordará, un vino selecto de autor con restos de arsénico, y un juego interrumpido por la muerte inesperada de una ludópata, que estaba dejando sin fondos la visa oro, de su marido, que curiosamente estaba en el extranjero por viaje de negocios.

El asesinato puede llegar a convertirse en un reto para un artista en búsqueda continua del crimen perfecto. También en un medio para redondear ingresos en mi cuenta corriente de Suiza.

Lo que ya os dije: Extirparé un cáncer con vino del caro y me haré rico gracias al juego de azar. No hay imposibles en esta vida.




Derechos de autor: Francisco Moroz









lunes, 3 de julio de 2017

Tres monos




Cuanto fuego y cuanta guerra
cuanta destrucción y plomo.
Cuanto corazón partido
cuanto fratricidio y morbo.

Los pueblos no son culpables
son las fronteras y el odio,
el odio que es como un virus
que se extiende entre unos pocos.

Aquellos que lo contagian
con arengas temerarias.
Los que se lanzan soflamas
que se convierten en armas
intercambiadas por oro.

Dejarán rastros de crimen
y campos de refugiados.
Ciudades llenas de escombros,
desesperadas mareas
y países enfrentados.

 La cizaña ya se extiende
el trigo muere entre abrojos.
Las victimas van llegando,
con dolorosos pasados.
Hay muertos en nuestras costas
pero no nos inmutamos.

 No nos importa la sangre
mientras la derramen otros.
Descansamos relajados,
con la conciencia tranquila
y cerrando bien los ojos.

No nos concierne el problema
los enemigos son pocos.
No escuchamos las noticias
que trasmiten, que denuncian.
Tenemos nuestros problemas
y hacemos oídos sordos.

No opinamos, no sabemos,
callamos por no implicarnos,
nos evadimos del todo.
Es sabido que al que habla
lo tachan de reaccionario.

Los pueblos no son culpables
son las fronteras y el odio,
también los que estamos quietos
con las conciencias dormidas.
Callados, ciegos y sordos.

Y no como sabios monos.
como necios humanos.

Derechos de autor: Francisco Moroz

sábado, 1 de julio de 2017

Una gran injusticia





Siempre he tenido mucha fe en el sistema judicial. Creí que la ley me salvaguardaría de las tropelías de los que atacan a los que nos ganamos la vida como podemos.

Ahora estoy aquí sentada y esposada en medio de dos uniformados con cara de malas pulgas, siendo acusada de infligirle daños a la cajera de un local.

– ¡Total! Unos mechones de pelo menos y un ojo a la funerala que importancia pueden tener ante la descortesía de no querer atender mis requerimientos.

También por agredir a los de seguridad, que quisieron atraparme en un descuido, llevándose el primero una patada en sus partes nobles, y el otro un golpe en las piernas con un bate de béisbol que casualmente llevaba en la mochila para una emergencia como esa.

-No aceptan como atenuante la defensa propia.

Igualmente me culpan de desorden público, pues al salir corriendo y con las prisas, intenté parar un taxi poniéndome delante de uno que me esquivó con pericia para ir a estrellarse contra el escaparate de un bar.
Espantada ante la algarabía que se formó en el lugar de los hechos empecé a gritar histérica a los transeúntes, más que nada para que se calmasen y me ayudaran, consiguiendo que alguno de ellos llamara con su teléfono móvil a emergencias, mientras otros desconsiderados grababan la hecatombe.

– ¡Putos traidores!

En unos minutos apareció la policía derrapando con sus coches, saliendo precipitadamente de ellos. Me amenazaron sin compasión hasta hacerme llorar de los puros nervios. Me esposaron y llevaron al calabozo.

Ahora en el juicio también me imputan posesión de armas. No aceptan mis explicaciones y me dicen que lo de salir “escopetada” era literal y no una lindeza lingüística de la RAE. Que me pregunto yo, que qué sabrán los del Real Automóvil Club Español sobre infringir leyes penales.

Estos jueces “estrella” nada más que van a por los pobres que como yo, se ganan la vida atracando bancos.

Qué razón tenía mi madre cuando me decía:
“Hija tienes que estudiar económicas. Los banqueros son los únicos ladrones que jamás van a la cárcel.”

El único consuelo es saber que con estos calores pasaré una buena temporada a la sombra, no me engañan con que eso es una simple metáfora. Seguro que se trata de otra de esas triquiñuelas que utilizan los fiscales para duplicar la condena de cárcel.



Derechos de autor: Francisco Moroz


Relato presentado al reto de las tres palabras, de la comunidad relatos compulsivos.




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