lunes, 22 de mayo de 2017

El dolor y el motivo




El crujir de las hojas, les recuerda los solos que están sin nadie que les escuche y siga el proceso de sus inquietudes y pensamientos.

Nadie está al otro lado, lo intuyen; y los ojos se les llenan de polvo y lágrimas.
Pues la soledad no es el peor de los dolores, sino la continuada ausencia de recuerdos. 

Ya no pueden seguir viviendo sin la ayuda de alguien que se enamore, que sufra y se alegre por ellos. Casi olvidaron quienes son, que papel desempeñan; y se revuelven inquietos haciendo crujir esas hojas del libro donde están inmersos como personajes que son.

Les hace falta alguien que los lea.



Derechos de autor: Francisco Moroz


jueves, 18 de mayo de 2017

Flores para una muerte anunciada

Relato versado






–Me gustaría saber que flores querrías para tu funeral.

–Si no he muerto todavía.

–Pero morirás ¿Lo dudas?

–Bueno, déjame pensar. Las margaritas son simples, muy sencillotas. Solo se muere una vez, y aunque no es de celebrar hay que dejar el recuerdo en los que van a velar tu cuerpo en el catafalco. Son de amores inocentes.

– ¡Bien, pues tú me dirás!

– Tulipanes no, eso lo tengo muy claro. Son envarados y tiesos y yo soy muy dicharachera y no me parezco a ellos. Son amor sin esperanza y yo esta nunca la pierdo.

-Vale ¿Entonces?

–Rosas rojas están muy vistas, pasión por morir no tengo. Blancas tampoco. La muerte no es novia pura, más bien es parca y oscura. Y amarillas me dan yuyu dicen que traen mala suerte y simbolizan los celos.

–Tú dirás, que eres quien muere.

–Gladiolos sofisticados, son muchas flores en una. Cita amorosa no tengo. Crisantemos muy holgados, aparentosos y caros. Y yo soy franca y directa, gustosa de dar la cara. Ellos hablan de verdad. Estos me convencen más.

–Me canso, impaciente estoy en que dirimas.

– ¿Tienes prisa?

–Alguna tengo.

– Deja pues que me decida, pero ten calma. Es importante acertar. Solo se muere una vez, no hay opción a reclamar una vez que defuncionas.

– ¡Vale! Te doy dos minutos
.
– Las petunias ¿Ves? Me agradan. Son pequeñas y variadas, coloridas y graciosas. Frágiles como servidora; que me llaman flor de estufa, y no en vano creo yo. Y ya que estamos aquí ¿Querrás decirme por cierto, si saldré de esta mazmorra?

– ¿Lo tienes bien decidido? Mira que no hay vuelta atrás.

– ¡Decidido está! 

– ¡Bien! De aquí no saldrás. Te lo digo en buena hora.

– ¿Y por qué tanta molestia si no me piensas sacar?

– Porque uno es cuidadoso aún siendo asesino en serie, y ante todo puntilloso a la hora de matar. Y por ello dignamente, el detalle he de cuidar.

– ¡Despiadado matarife! ¡Mátame y termina ya!

–Primero compro las flores. A punto están de cerrar, y mucho me entretuviste. De rositas no te irás, eso tenlo por seguro.




Derechos de autor: Francisco Moroz


Propuestas presentada a la comunidad: Relatos compulsivos.






martes, 16 de mayo de 2017

El vaso medio lleno





Desde ese día nadie vende barquillos en el parque del Oeste, ni manzanas de caramelo. Tampoco se volvió a instalar el tiovivo.

Mientras empujo su silla de ruedas me cuenta la historia:

–Aquí mismo me quedé sin piernas, cuando como niño de posguerra jugaba con los amigos y una mina hizo explosión.

Me compadezco de su desgracia y se lo comunico con auténtico pesar.

El sonríe agradecido, pero le quita importancia al hecho contestándome:

–Lo que nunca perdí fue el sentido del humor. Pues desde entonces me va todo sobre ruedas y tampoco me faltan personas amables como tú, capaces de acompañar a un anciano a medias. – Y sonríe.


Derechos de autor: Francisco Moroz

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