miércoles, 4 de enero de 2017

¡Jamón, jamón!



Desde una viga del techo esperas el momento adecuado para complacer a tu verdugo, el mismo que te troceará morbosamente y con deleite al hacerlo. Mientras los demás ansiosos esperan la ocasión de devorar tu sabrosa carne. Es el ritual de todos los años por estas fechas.

Se reunirán en torno a una mesa y tú, junto con el caviar y el salmón, te convertirás en el plato estrella por excelencia. Serás acompañado con afamados vinos, después de haber sido degustado un caldo hecho con tus huesos. 

Siempre fuiste un cerdo poco vistoso, ahora eres un manjar con el que festejar otra comida del doctor Hannibal Lecter



Derechos de autor: Francisco Moroz



domingo, 1 de enero de 2017

Un mal día




Empieza el primer día del año y no lo empiezo nada bien. No me apetece ni hablar ¡Hoy no!

Ya desde primeras horas de la mañana tras un sueño pesado me levanto ofuscado, con ganas de matar a alguien, de provocar dolor y pesadumbre en mi entorno.
Presiento que no va a ser un buen día pero tengo que encarrilarlo como sea, no puedo dejar que mi cerebro se atore en una idea única, que mis neuronas patinen. Eso crea un desequilibrio creativo importante que no me conviene en absoluto.

Causar desazón, sorpresa, conmoción, puede ser la herramienta adecuada para visualizar y enfocar mi maraña de oscuros sentimientos. Mis pensamientos van hilando tramas y escenarios para dar rienda suelta al desasosiego que me embarga.

Un buen asesinato a sangre fría sin mediar ningún motivo para llevarlo a cabo, puede dejar desorientado al personal. Me voy a reír de los pardillos que intenten esclarecer el crimen.
El eco morboso de los noticiarios y la cara de pasmarotes que se les quedará a los vecinos cuando se enteren de que un inquilino educado, cortés y silencioso fue el autor de tan horrendo suceso. Eso mejorará mi ánimo y enfriará mi acalorado despertar.

Me bebo como desayuno un café amargo como la bilis, no me espabila pero me quema el paladar y eso me enfurece más, predisponiéndome a sacar lo peor de mí.
Presiento que la jornada se va a hacer muy larga, pesada y laboriosa. Mi humor de perros me va a beneficiar en el plan que pienso urdir; muy al contrario que al primer personajillo que se me cruce en el camino cuando lo tenga todo preparado y elaborado con detalle..

Lo pienso abatir de dos tiros, por puro desahogo, o mejor con mis propias manos lo estrangularé, o empujaré escaleras abajo para que se rompa el cuello, o lo precipitaré por la ventana para ver como cae su cuerpo hasta estamparse contra el asfalto; eso después de sacarle los ojos y reírme estrepitosamente en su cara sabiendo que está a punto de morir.

Más tarde que venga la policía si quiere, el servicio de urgencias hospitalario y los forenses, o los de la científica con sus polvitos mágicos buscando las huellas que no hallarán.
Se acercará el inspector listillo de turno a investigar la escena del crimen y a interrogar a todos los sospechosos, pero para cuando quiera hacer acto de presencia yo tendré una coartada inmejorable y andaré parapetado en ella, cual trinchera inconquistable. Mi lucidez me hará esquivar sus trampas dialécticas.

Nadie sabrá que fui el autor de tan espantoso homicidio mientras yo no quiera, claro, tampoco sabrán de los motivos que me indujeron a llevarlo a cabo. Seré el único señor de la verdad. Todo muy teatral, toda una obra de arte de un perverso criminal psicokiller. 
Las causas de la muerte de la víctima serán tan obvias que el caso lo darán por cerrado en cuanto metan el cadáver en una bolsa de plástico para trasladarlo a la morgue.

Aunque al final, algún sabueso, de esos medio alcoholizados y fracasados en sus relaciones personales dará con la pista adecuada, pero sólo porque yo lo quiera ¡Qué más da! ¿Y lo a gusto que me voy a quedar después de dicho desahogo? Quizá de esta forma consiga aclarar mis ideas, despejar mi cabeza que bulle como olla exprés, a punto de reventar con tantas ideas enrevesadas.

Parece que al final por ahí voy a enfocar el argumento de la novela que tengo entre manos; novela negra, naturalmente, del mismo color que el café que me he tomado y
el humor con el que me he despertado hoy.

Un día en el que no me apetece hablar ¡Hoy no!

¡Hoy sólo escribiré!


Derechos de autor: Francisco Moroz



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