domingo, 1 de enero de 2017

Un mal día




Empieza el primer día del año y no lo empiezo nada bien. No me apetece ni hablar ¡Hoy no!

Ya desde primeras horas de la mañana tras un sueño pesado me levanto ofuscado, con ganas de matar a alguien, de provocar dolor y pesadumbre en mi entorno.
Presiento que no va a ser un buen día pero tengo que encarrilarlo como sea, no puedo dejar que mi cerebro se atore en una idea única, que mis neuronas patinen. Eso crea un desequilibrio creativo importante que no me conviene en absoluto.

Causar desazón, sorpresa, conmoción, puede ser la herramienta adecuada para visualizar y enfocar mi maraña de oscuros sentimientos. Mis pensamientos van hilando tramas y escenarios para dar rienda suelta al desasosiego que me embarga.

Un buen asesinato a sangre fría sin mediar ningún motivo para llevarlo a cabo, puede dejar desorientado al personal. Me voy a reír de los pardillos que intenten esclarecer el crimen.
El eco morboso de los noticiarios y la cara de pasmarotes que se les quedará a los vecinos cuando se enteren de que un inquilino educado, cortés y silencioso fue el autor de tan horrendo suceso. Eso mejorará mi ánimo y enfriará mi acalorado despertar.

Me bebo como desayuno un café amargo como la bilis, no me espabila pero me quema el paladar y eso me enfurece más, predisponiéndome a sacar lo peor de mí.
Presiento que la jornada se va a hacer muy larga, pesada y laboriosa. Mi humor de perros me va a beneficiar en el plan que pienso urdir; muy al contrario que al primer personajillo que se me cruce en el camino cuando lo tenga todo preparado y elaborado con detalle..

Lo pienso abatir de dos tiros, por puro desahogo, o mejor con mis propias manos lo estrangularé, o empujaré escaleras abajo para que se rompa el cuello, o lo precipitaré por la ventana para ver como cae su cuerpo hasta estamparse contra el asfalto; eso después de sacarle los ojos y reírme estrepitosamente en su cara sabiendo que está a punto de morir.

Más tarde que venga la policía si quiere, el servicio de urgencias hospitalario y los forenses, o los de la científica con sus polvitos mágicos buscando las huellas que no hallarán.
Se acercará el inspector listillo de turno a investigar la escena del crimen y a interrogar a todos los sospechosos, pero para cuando quiera hacer acto de presencia yo tendré una coartada inmejorable y andaré parapetado en ella, cual trinchera inconquistable. Mi lucidez me hará esquivar sus trampas dialécticas.

Nadie sabrá que fui el autor de tan espantoso homicidio mientras yo no quiera, claro, tampoco sabrán de los motivos que me indujeron a llevarlo a cabo. Seré el único señor de la verdad. Todo muy teatral, toda una obra de arte de un perverso criminal psicokiller. 
Las causas de la muerte de la víctima serán tan obvias que el caso lo darán por cerrado en cuanto metan el cadáver en una bolsa de plástico para trasladarlo a la morgue.

Aunque al final, algún sabueso, de esos medio alcoholizados y fracasados en sus relaciones personales dará con la pista adecuada, pero sólo porque yo lo quiera ¡Qué más da! ¿Y lo a gusto que me voy a quedar después de dicho desahogo? Quizá de esta forma consiga aclarar mis ideas, despejar mi cabeza que bulle como olla exprés, a punto de reventar con tantas ideas enrevesadas.

Parece que al final por ahí voy a enfocar el argumento de la novela que tengo entre manos; novela negra, naturalmente, del mismo color que el café que me he tomado y
el humor con el que me he despertado hoy.

Un día en el que no me apetece hablar ¡Hoy no!

¡Hoy sólo escribiré!


Derechos de autor: Francisco Moroz



viernes, 30 de diciembre de 2016

A vueltas con la navidad -Cuarta parte y última-





Llegamos al final de este año para unos con pena y para otros con gloria. De lo que no cabe duda es que la mayoría lo haremos frente al televisor, pendientes de esas doce campanadas míticas que marcarán la toma de las doce uvas de la suerte.
Me gustaría acabar también con esta serie de artículos que han pretendido explicar de dónde vienen las tradiciones navideñas.

Postales de felicitación:

Aunque su uso esta menguando a causa de los nuevos medios que tenemos al alcance de nuestras manos como el teléfono, los correos electrónicos y los whasapp; las tarjetas de felicitación fueron el medio más común y utilizado por todos, para llegar a los hogares de nuestros seres queridos y amistades para desearles unas felices fiestas.
Su origen tuvo lugar en Inglaterra y el nombre del precursor: Sir Henry Cole, un individuo que en 1843 se enfrentó a un serio reto, al encontrarse con que el número de compromisos a la hora de escribir una misiva o breve carta a sus amistades y familiares crecía de forma considerable año tras año. Es sabido que los ingleses difícilmente renuncian a sus formas protocolarias y sus costumbres adquiridas tan ordenadas y repetitivas; por ello, y dada la dificultad creciente para cumplir con tan excesivo número de compromisos, decidió encargar a un reconocido pintor amigo suyo llamado: Callcott Horsley, un diseño personalizado de una tarjeta con motivo navideño, con un mensaje generalizado de la que poder hacer cuantas copias necesitara en la imprenta, para con ello, cubrir sus necesidades logísticas año tras año sin tanto esfuerzo.
El mensaje que se podía leer en dicha tarjeta era: “Feliz Navidad y feliz Año nuevo para usted” algo nada original por cierto.
Las casas reales copiaron la idea y con ello hicieron extensivo el uso de las postales que todavía algunos escribimos y mandamos a los más allegados y que los más afortunados siguen recibiendo, extendiendo con ello una bonita tradición navideña.

Villancicos:

Como intuimos de la propia palabra se trata de “Canciones de la villa” o "villanas".
Se trataba en sus orígenes de cantos que interpretaban las gentes sencillas de pueblos y aldeas con motivos de la celebración de sus fiestas. Se ha de entender que en un principio no eran estos cantos, destinados a ensalzar el espíritu navideño ni motivar su celebración. Más bien se utilizaban como instrumento asequible para poder comunicar y recordar, los hechos más relevantes de los acaecidos por la comarca.
Se sospecha que fueron los musulmanes los que introdujeron en Castilla estas pequeñas composiciones con cierta métrica poética y capacidad de ser musicalizadas que fueron evolucionando hasta convertirse en las composiciones que actualmente conocemos. De ahí que para el acompañamiento de dichas piezas se utilicen instrumentos sencillos, como las gentes que los cantaron: Panderetas, chirimías, flautas y zambombas de uso común entre pastores y labradores.
Es en el año 1458 cuando por primera vez, quedan reflejados algunos de ellos en el “Cancionero de Stuñiga”
Naturalmente se convirtió en un buen instrumento de catequización con el que la iglesia pudo adoctrinar al pueblo llano, haciendo cercanos valores cristianos que de este modo en forma de mantras repetitivos y musicalizados, eran asimilados por gentes que en su gran mayoría no sabían leer ni escribir.
El primer canto de este tipo es el compuesto por un tal: Hilario de Poitiers titulado: “Jesús Refulsit Omnium” y que por cierto no se refiere a nada relacionado con peces bebiendo en el río ni campanas y tamborileros o burras de chocolatera.

Las uvas de la suerte:

La mayoría conocemos esa especie de leyenda urbana que corre de boca en boca cada año y que hemos asimilada como real. Me refiero al origen de las uvas que tomamos en noche vieja para despedir el año y recibir al que viene y que nos cuenta la genial idea que tuvieron unos agricultores murcianos y alicantinos que en 1909, y ante una excesiva cosecha, se vieron en la tesitura de dar salida al producto de una manera ingeniosa que consistió en inventarse esta original tradición anual.
¡Pues no!
Más bien se refiere al espíritu satírico, irónico y burlesco que caracteriza a los españoles y más a los madrileños, que para estos menesteres de ridiculizar se las pintan solas.
Tenemos noticias de ello en 1882, cuando era costumbre por parte de muchos ciudadanos de la capital, salir a buscar a los reyes magos por las calles, armando fuertes algarabías que no eran bien vistas por las clases nobles y pudientes, que preferían quedarse en sus casas realizando una costumbre importada de nuestros vecinos franceses consistente en tomar champán espumoso acompañado de uvas. Algo así como el melón con jamón y sin ningún significado ritualista destinado a la buena suerte.
Ante las protestas de estos burgueses por los molestos ruidos originados por los juerguistas, el alcalde de turno: José Abascal y Carredano, decidió emitir un bando en el que prohibía salir de jarana los días 5 y 6, frustrando con ello a las gentes más humildes del pueblo de Madrid que no podían de este modo celebrar. Bailando, cantando y bebiendo para dar salida a su espíritu festivo.
La reacción no se hizo esperar y se decidió como contramedida ante los selectos sibaritas que habían ocasionado el perjuicio, salir ese año en comandita hasta la puerta del sol bajo el reloj de la antigua casa de correos a tomarse las uvas como imitación de las tontas y refinadas costumbres de la aristocracia, para burla y escarnio.
Pero como ocurre en muchas ocasiones, el hecho se convirtió en viral y se empezó a repetir año tras año, se extendió al resto de la población española y traspasó fronteras de tal manera, que hasta en algún lugar en Australia, las uvas de la suerte son tradición importada.
Otras costumbres que algunos llevan a rajatabla en la noche vieja son por ejemplo.
Llevar ropa interior roja. Costumbre que viene de China y Vietnam donde el rojo y amarillo son colores de la buena suerte.
Encender velas blancas, verdes y rojas y dejarlas arder hasta que se consuman. Eso trae suerte en el amor.
Beber cava o champan con el anillo de oro sumergido en la copa. Asegura un año de bonanza económica. Al igual que llevar dinero en el zapato y lavarse las manos con cava y azúcar.
Y si lo que quieres es viajar mucho, puedes dejar las maletas en la puerta de tu casa.
Si eres hombre, puedes conseguir todo ello de golpe si le guarreas la alfombra a tu consorte con la cera de las velas, o con el champán y el azúcar, después de quitarle el anillo y mojárselo en el mismo líquido. Si además te encuentra en el bolsillo de la chaqueta prendas íntimas femeninas de color rojo: Ella misma te pondrá las maletas en la calle. Aunque ni viajarás, ni obtendrás bonanza económica con ello.

Roscón de reyes:

Otra vez esos romanos dándonos lecciones de cómo hay que hacer las cosas.
El dulce tradicional y típico de Reyes, también lo inventaron ellos. “Ceteribus paribus” (siendo en las otras cosas igual)
Ese dulce que todos conocemos, circular (Igual que la corona de adviento) con azúcar y fruta escarchada y relleno de nata, trufa, crema o cabello de ángel en cuyo interior se esconde esa figurita ansiada por niños, y mayores coleccionistas de tontadas de plástico, barro o cristal.
Recordamos de nuevo esas celebraciones llamadas Saturnales que tenían lugar durante el solsticio de invierno y en donde los romanos ínter-pares, plebeyos y esclavos se intercambiaban regalos consistentes en miel, frutos, y golosinas, como símbolo de que el año que comenzaba se presuponía iba a ser más dulce y menos amargo que el anterior.
Entre estos presentes se regalaban una especie de roscos amasados con diversos frutos secos, uvas pasas dátiles e higos.
Esta tradición como vimos anteriormente, fue aprovechada por la iglesia para trasmitir sus propias creencias a través de esos gestos y símbolos. A partir del siglo III y aprovechando la festividad de los Reyes magos, se reparten dulces a los más necesitados. Uno de los que más trascendió fue precisamente este que tratamos, rosco o roscón, al que en Francia se le conocía con el nombre de “Gateau de la Febe” pues al mismo, se le introducía un haba en su interior de tal manera que el que la encontraba se convertía en el rey del haba. Tradición que por otro lado también era conocida en Roma, en ese día en que los esclavos eran servidos por sus amos y que en el país vecino se quedó como "el día del rey loco" del que aparecen referencias en la obra: Nuestra Señora de París"
El rey Francés Luis XV fue uno de los que se aficionó al postre gracias a su pastelero que le preparó uno, escondiendo en su interior un regalo para el monarca; este, gustoso con la sorpresiva idea, la propagó por su reino. A parte del haba se escondía alguna moneda de plata en las casas de familias más pudientes.
En España fueron los mismos Borbones los que introdujeron la costumbre del roscón de la mano de Felipe V .
Más adelante, y como todo tarde o temprano, esta costumbre repostera tan sabrosa pasó al pueblo llano. Siendo Madrid y Sevilla las dos localidades donde mayor relevancia adquirió tan preciado dulce.


Aprovecho para desearos una buena noche de fin de año con toda la suerte que os puedan proporcionar esas doce uvas, que se convertirán en doce deseos convertidos en realidad si nos esforzamos... Después vendrán esas promesas que todos nos hacemos de dietas, mesura y aprendizaje de idiomas.

Mis abrazos para todos los que me lleguéis a leer.






Derechos de autor: Francisco Moroz


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