sábado, 5 de marzo de 2016

Un cuento de muerte


Erase una vez un Ser atractivo, de porte egregio, poseedor de un cuerpo, como tallado a cincel por las manos del mismísimo Miguel Ángel.
Apolíneo, elegante, discreto.

Poseedor de un carismático don que lo hacía fascinante tanto a ojos del género masculino como del femenino.  Algo en su presencia ejercía de imán para las personas que se encontraran cerca, haciendo que sus miradas convergieran en él, sintiéndose irremisiblemente atraídas hacia su casi mística personalidad. Le amarían y le servirían a partes iguales solamente por tener oportunidad de respirar el mismo aire y transitar el espacio común.

Ojos de un color intenso hablaban por si solos del contenido espiritual del alma de aquel ser que trasmitía tranquilidad y seguridad a los que contactaban con él; al igual se le intuían múltiples emociones incalificables por su fuerza y profundidad, que lo adornaban con un halo fulgurante que irradiaba ese magnetismo peculiar que lo hacía irresistible.

Tenía poder terrenal. Dirigía gobiernos, organizaba ejércitos, creaba empresas de la nada más absoluta. Poseedor de un bagaje cultural inabarcable  sobre cualquier materia humana  o divina.
Era capaz de trasmitir ideas ingeniosas e incalificables, junto con enseñanzas para conseguir la armonía entre el “Yo” y la creación, que garantizaban la felicidad y el bienestar absoluto de la humanidad.

Su sonrisa le precedía como carta de presentación al igual que su modulada voz que sonaba como música celestial en los oídos de los que le escuchaban.
Era un ser ante todo, enamorado de la vida.

Pero el final de esta historia es lo más real de lo narrado: La muerte, celosa, se lo arrebató en un descuido mientras la vida seguía fluyendo como si con ella no fuera la cosa, y encantada de haberse conocido.

Moraleja:

Ni Reyes ni gobernantes. Ni sabios y maestros. Ni Gurús, Sacerdotes, chamanes y profetas. Deportistas de élite o modelos de pasarela. Ni los mismos dioses, están libres, de que esta amante envidiosa les arrebate al final todo lo que tuvieron y lo que fueron. Y es que, no consiente que nadie le robe lo que siempre será suyo: 
El epílogo protagonista.


Con lo cual: “Carpe Diem” que dijo uno, que por cierto también se murió.



derechos de autor: Francisco Moroz

jueves, 3 de marzo de 2016

Acosado

Un relato corto a dos manos entre -Julia Cambil- y un servidor.

Os invito a pasaros antes por el blog de la compañera de letras para leer la primera parte en: Palabras y latidos

El relato aún siendo pura ficción, esta basado en hechos reales.
Os agradecemos a todos de antemano, vuestra lectura.




Quiero ser sincero conmigo mismo, no engañarme con falsas expectativas. Nunca he sido una persona con doble cara. Soy como soy, y no creo que a estas alturas pueda transformarme en un personaje inventado, ficticio, disfrazado de apariencias.

El caso es, que lo que ocurrió con aquella usuaria me dejó descolocado del todo.
Fue en un chat cuya temática era la fotografía de todo lo que tuviera relación con la naturaleza. 
Allí nos encontramos casualmente al iniciar una sesión, empezando una comunicación bastante cordial intercambiando mensajes.

En un principio no me extrañó en absoluto el buen rollo que surgió entre nosotros, era muy sugerente,  pero nada diferente a otras conversaciones  que tenía con otros usuarios del mismo foro temático.

Era una especie de red social en la que siempre te encontrabas con alguien conectado, y entre todos, ella, que parecía tener un sueño muy ligero. Era conectarme y recibir su mensaje para comenzar una conversación.

Al final parecía que cierta complicidad nacía entre nosotros, y fue esta mujer precisamente la primera en sugerir que nos pasáramos al privado; parecía tener muchas cosas que contarme de ella misma.

Ese fue el gran error. Lo que pareció en principio una buena idea, se convirtió en una pesadilla.
Parecía una mujer con mucha vitalidad. Abierta, asertiva y activa. Nos lo pasábamos bien durante nuestras conversaciones salpicadas de bromas e indirectas. Sobre todo me gustaba su presentida forma de ser, su imaginado físico. Me hacía imaginarla joven, atractiva e inteligente.
Hubiéramos podido convertirnos en buenos amigos con muchas cosas en común con las que conectar y pasar buenos ratos comunicándonos.

Soy un hombre casado y limitado, y eso creo que se lo dejé claro, no para marcar distancias ¡No! Simplemente porque era así  y yo amaba a mi pareja. Soy hombre ¡Sí! Pero eso no quiere decir que todos estemos cortados por el mismo burdo patrón de aprovechados, de esos que buscan la aventura a costa de lo, y de quien sea.

Mi filosofía es, que si eres auténtico desde el principio, no puede haber malentendidos, ni tienes porqué inventarte cada vez más mentiras.

Estoy seguro que si hubiera estado soltero, las relación hubiera transitado otros derroteros. 
¿Cómo nos podemos fiar de quien anda detrás de un perfil con solo un nombre que incluso tampoco es el auténtico?

El caso es que este asunto adquirió tintes de tragicomedia en cuanto me empezó a contar cosas que no tenían relación con los temas tratados en el foro.

Me describía sus sentimientos con detalle , me relataba de lo infeliz que se sentía cuando no conversábamos, de cómo le gustaría conocerme a pesar de saber de mi relación con otra mujer; me llegó a sugerir que conforme me imaginaba, la mujer con la que estaba emparejado no me mereciese, que teníamos que darnos una oportunidad para conocernos en profundidad y compartir sentimientos más íntimos.

Me sentía halagado como cualquier persona a la que le regalan con palabras que le hacen sentirse importante, útil, necesaria… Pero me asusté del cariz que tomó el asunto y fui cauteloso. ¿Por ser cobarde y no querer enfrentarme a algo que me superaba? ¿Por temor a conocer a esa desconocida y que me impactara de tal forma que me hiciera recapacitar sobre mi actual relación con mi actual pareja? 
O lo más probable: ¿Sentía defraudarla de tal manera que no quisiese ser la amiga que pretendía que fuese?

Ella insistía en que nos conociéramos, tener una cita, y yo le daba largas poniendo como excusa mis continuos viajes por trabajo y mis muchos compromisos. ¡Ojalá hubiera sido así! La realidad es que estaba en paro después del accidente, y por ello, y para no volverme loco, me apuntaba a los chat para al menos, compartir mis aficiones y olvidarme de mis problemas económicos y emocionales.

Llegó un momento en que me acosaba de tal manera que aunque estuviera en línea en las salas del chat, ya no la contestaba. Debíamos recapacitar, darnos un tiempo, pero ella no estaba dispuesta a que yo la ignorara.

Cuál fue mi sorpresa cuando empecé a recibir en mi correo particular mensajes de esta mujer. Pensé por un momento que era de ese tipo de personas a las que cuando no les sigues el juego y les das la razón se sienten incomprendidas, y se deprimen de tal manera que ven enemigos a su alrededor de continuo haciendo  responsable de su frustración a la persona que se ofrece a escucharlas y se vuelven agresivas verbalmente, exigiendo y faltando al respeto.

No me pareció bien mandarla a paseo, siempre me he considerado moderado con mis semejantes y por ello, tampoco le pregunté el cómo había conseguido la dirección de mi correo electrónico. 
Le dije simplemente que no le podía contestar con asiduidad  pues no consultaba mi cuenta habitualmente.

A los pocos días y para mi vergüenza robaron mi perfil  en el chat, que era utilizado para insultar a otros usuarios, era grosero y grotesco en todos los sentidos. Me anularon mi propia cuenta y perdí la oportunidad de relacionarme con el resto de amigos que había hecho por la red.

Sabía que ella estaba detrás de todo aquello y me llegué a desesperar ante la impotencia de no encontrar solución al problema.

Sospecho que esta pesadilla no ha llegado a su fin y que esta loca seguirá acosándome hasta conseguir que le confiese un amor que no siento por ella.

Es curioso comprobar cómo un desconocido puede acobardar a una persona. No me atrevo a contar nada de esto a nadie, no creo que comprendiesen el grado de desesperación al que se llega.

Ya he pensado en abandonarlo todo, replantearme mi vida, olvidar el mundo virtual y salir al encuentro de la cruda realidad.

Soy consciente de que me va a ser muy difícil conseguirlo desde una silla de ruedas.



Derechos de autor: Francisco Moroz

Código de registro: 1604307356632


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