martes, 19 de enero de 2016

Menudo cuento



Llevo más de media hora dando vueltas, recordando cómo empezó el cuento.

Creo que fue una tarde al regresar del curro, al abrir la puerta y encontrarnos a aquella muchachita tumbada sobre nuestras camas.

Uno de mis colegas dijo algo sobre intrusismo, allanamiento de morada e ilegalidad; a mí me pareció simplemente una monada de chica.

Cuando despertó se pegó un susto de muerte al ver a seis enanos barbudos y uno lampiño mirándola fijamente. Ella, como después nos dijo, pensaba que los que allí vivíamos éramos niños, por el tamaño de las camas y el resto de mobiliario casero comprado en el "Idea"

En realidad son los niños los que invaden nuestras casas. Os recuerdo a Hansel y Gretel con la de la bruja de la casa de chocolate, o la tonta niña llamada ricitos de oro metiéndose en la de los tres osos.
La única excepción fue la del lobo introduciéndose en la de la abuela de caperucita, pero sólo porque la engañó y llego antes que ella.  
Los cuentos están plagados de niños entrometidos.

Esta mujercita era bella, irradiaba energía por todos los poros de tal manera que no podía permanecer quieta; nos recogió la habitación, fregó el piso, quitó telarañas, saco agua del pozo, maqueó todo el habitáculo interior en un santiamén. Algo, que nosotros no hacíamos desde hacía años, si es que lo hicimos alguna vez. 
Somos un poquito descuidados con el aseo, y eso también lo notó la muchacha, más que nada por el olor.

Tenía un don especial: hablar y cantar con los pájaros y los animalitos del bosque. Se aficionaron estos tanto a su presencia, que desde que ella habita con nosotros, los alrededores de la cabaña parecen un parque temático sobre la fauna de la región.

Algo la contrariaba pese a su aparente felicidad, tenía miedo a la obsesión de su madrastra, que después de pedir el divorcio y arruinar a su padre, parecía querer eliminarla por hacerla sombra con su belleza.

Hay mujeres que no saben envejecer y se vuelven peligrosas con quien no las mira con deseo y no se sienten atraídos por sus arrugas, lo de” la arruga es bella” es otro cuento que circula por estos lares de mundo fantástico.

El caso es, que lo que nos contó la chica a la que llamamos desde nuestro primer encuentro: Blanca nieves, por la extrema palidez de su piel que parecía exanguinada. Fue que esa malamadre contrató a un furtivo para que terminara con su vida, le extrajera el corazón, y se lo entregara para demostrar su muerte ¡Ahí es ná! Morbo gore bajo "manga", para público infantil.

Somos conscientes sabedores de la bondad de los cazadores a la hora de perdonar vidas ajenas a la suya, por tanto este, eligió a otra víctima propiciatoria para arrancarle la víscera palpitante y demostrar con ello a la arpía, los hechos consumados de la muerte de tan dulce niña. 
Tuvo que ser un cerdo el donante, pues es sabido que es el más parecido al ser humano.

El caso es que la madrastra cayó en la trampa durante un tiempo, el justo, para darse cuenta que el tamaño del músculo era exagerado para haber estado alojado en el exiguo pecho de la niña.

Es entonces cuando empezó el acoso que tuvimos que sufrir durante una larga temporada por parte de una vieja desdentada con una verruga, que rondaba por casa, con una cesta de manzanas.( La vieja, no la verruga)
Si es que, tendrían que hacer un casting para acceder al puesto de comercial; que es que hoy en"Día", admiten a cualquiera.

Nosotros seguíamos trabajando bajo tierra, en la ampliación de la línea VI del metro, y la vida nos sonreía, nos sentíamos realizados. Eramos felices trabajando con un mísero sueldo (Otro cuento que nos han contado los cuentistas).

Íbamos aseados, con la ropa planchada al trabajo, teníamos comida caliente en casa, y chacha de gratis que nos hacía la colada, la limpieza y habitualmente nos deleitaba con su dulce voz (Y ahora se quejan por nada las feministas)
Descubierta esta cualidad cantarina, propusimos a la empresa ampliar el horario de trabajo.

¡Ay! Nuestra niña inocente fue tentada con la oferta envenenada del tres por dos, y la aceptó con alegría inconsciente, y como eso de: esperar con paciencia y compartir con los demás, es un concepto que a los jóvenes no les entra en la cabeza. 
Decidió morder la manzana con la inmediatez de la acción. Que es por otro lado lo que le iba a ella al igual que bailar y hacer coros con los tejones, las ardillas y los pájaros. Desfalleciendo pues, con elegantes y gráciles movimientos hasta caer al suelo.

Llegamos tarde ese día por culpa de la huelga de transportes y nos la encontramos tumbada cuan larga era, como la primera vez, pero encima del enlosado y no en las camas. No respiraba, y el color azulado de su cara nos hizo plantearnos otro nombre para ella.

En esto, un gallardo príncipe de los que abundan por estos contornos del reino y que parecen salir de parideras de conejos; pasó casualmente, como si nada, luciendo palmito sobre caballo blanco y preguntó qué es lo que acontecía, que estábamos todos cabizbajos y llorosos como plañideras en entierro.

¿Por qué tuvo que hacer la pregunta el muy patán? Si con la alzada de su caballo y la menguada estatura nuestra, nada le impedía la visión de la dulce y cursi niña tumbada en una urna de cristal. Que a saber de qué museo o centro electoral la sacó el más sabio de mis compañeros.

Allí expuesta parecía ofrecerse como mercancía al primer príncipe pilpil que pasara por allí, y a este en concreto, que es el primero que pasó le hizo tilín y se encaprichó de ella, y con un beso casto en los labios, pretendió reanimarla, poniendo posturita, y posando para los anales (Que mal me ha sonado siempre esta palabra)

El caso, es que consiguió que a la niña le entrara una oportuna arcada que provocó la expulsión del fruto envenenado y del resto del desayuno sobre el rostro del apuesto doncel.

¡Claro está! que el toque musical y dramático que se escuchaba de fondo como banda sonora, se interrumpió de repente y se hizo un mutis sepulcral por el foro. 
Todo esto, mientras salían de detrás de los árboles unos tíos vestidos de negro y gafas de sol, con una de las manos metidas en la sobaquera, que rodeando al príncipe deslucido lo apartaron de la escena llevándoselo discretamente a palacio; no fuera que los paparazzi de Walt Disney estuvieran por allí.

Por eso, Blancanieves sigue con nosotros, y sus animalillos. 

La mala prensa se hizo eco, y a esta mujer le crecieron los enanos y se quedó para vestir santos medievales.
Ya tiene una edad, pero para nosotros siempre será nuestra dulce niña.

Hoy, mientras la ayudaba a hacer la colada y daba vueltas literalmente dentro de la lavadora; pasándolo como un enano con el programa de centrifugado. Quise hacer memoria de la historia real, y no de ese cuento para crédulos infantes que os contaron de niños.

Entre otras cosas porque después de aquel suceso fue de todos conocido que los príncipes destiñen, sudan, les huelen los pies  y tienen mal aliento. Y que las perdices son aves que no encontrareis en un bosque como para ser eternamente felices, más que nada porque lo que hay a patadas son cazadores. 

Con lo cual, os quiero dar a entender como moraleja: que los finales edulcorados, son milongas de unos hermanos llamados Grimm, que mataban el tiempo inventando historias, a causa del vicio adquirido después de trabajar largo tiempo en el periódico del "País"


¿Qué cuál es mi nombre? –Me llaman Tontín. Como las campanas.


Nota 1-: todo parecido con la realidad es pura "Pulp fiction"
Nota 2-: Me comunican que estos hermanos Grimm no eran milongueros en sus finales, más bien lo contrario. Lo voy a dejar escrito como está, para no confundiros más.



                                                                                Derechos de autor: Francisco Moroz





lunes, 18 de enero de 2016

La voz del olvido





¿Por qué sus dueños los han abandonado en ese inhóspito lugar donde la oscuridad lo invade todo?

Se hacen la pregunta cada vez que intentan amar y no pueden. Quisieran retornar a esa felicidad de antaño, cuando confiados se entregaban palpitando con ansia infinita.
 
Sufren la tortura del desengaño, del olvido y la traición, marchitándose en el desamor.

Son corazones heridos que difícilmente podrán volver a amar sin recelo ni sospechas.

Sus propietarios los arrinconaron hace tiempo en este lugar donde el frío sentimiento de la indiferencia los consume; la sangre de su pasión se diluye, y no hay opción de retorno a esos pechos amantes que los acogieron.




 Derechos de autor. Francisco Moroz

sábado, 16 de enero de 2016

Palabras mayores




Algo que les caracteriza y los une en hermandad, es la necesidad de ser escuchados, el que haya alguien dispuesto a poner sus oídos al servicio de su elocuencia.

Unos seres que en ocasiones los presientes desamparados y tantas veces abandonados en el olvido por los suyos; por los que más se sacrificaron y a los que más quieren.
Tantas veces solitarios y errabundos,desorientados y perdidos en una densa incertidumbre sobre el mañana.

Los puedes reconocer por sus gestos pausados y sus torpes e inseguros movimientos, por sus miradas ausentes, perdidas en un pasado lejano al que suelen viajar en su memoria cada vez con más frecuencia; pues para ellos, el futuro se conjuga con el imperfecto, indeterminado, e indefinido. Ya viven de prestado y saben que no saldrán vivos de esta aventura existencial.

Por eso mismo quieren rematarla y dejar memoria de su paso, y para ello nos necesitan.
Ponen empeño en seguir siendo útiles, se esmeran y se esfuerzan en los cometidos que desempeñan y que ya no les correspondería hacer. No quieren sentirse como trastos viejos olvidados en un desván o lo que es peor, en un sótano.

Te los encuentras por esa razón empujando carritos con niños, o de la mano de ellos, cargando sus mochilas y abrigos para que los nietos no se cansen. Con bolsas de la compra si es poca y no pesa mucho, pues sus espaldas se doblan con el dolor y los achaques, con la artrosis, la artritis o el reuma, o con todas a la vez que no es cosa de risa ni de broma.

Los puedes sufrir con infinita paciencia ¡pobres míos! en las cajas del súper del barrio, cuando con manos temblorosas de Parkinson o de vejez, sacan de su ajado monedero poco a poco el importe solicitado de lo adquirido, monedita a monedita con parsimonia desesperante pero comprensible.

Qué triste observarlos en los bancos del parque calentando sus huesos al sol de la primavera. Mientras siguen con mirada borrosa los juegos frenéticos de los chavales en los columpios, rememorando su propia niñez.

Suelen dar de comer a los gorriones y a las palomas, haciéndolas cómplices de su forzada soledad y aislamiento dentro de esta sociedad cuajada de despropósitos y tan deshumanizada, que a ellos los hace invisibles seres de desecho.

Sin embargo, ellos forman parte del patrimonio más reciente de nuestra historia, relatores de hechos de los que fueron testigos y partícipes.

Si te ofreces como oyente, pueden regalarte frases llenas de sabiduría, palabras desconocidas de las que se usaban antes, cuando la gente respetaba a sus mayores. Serán como Sanchos desgranando refranes, como poetas recitando versos y romances. Hace bien poco uno de ellos muy querido por un servidor, me regala un cantar de cuando se segaban a mano los campos de Castilla.

Harán que te remontes a tiempos donde el idioma era culto y campechano, al mismo tiempo que elegante, donde lo soez y lo grosero no dominaba el lenguaje y lo sometía a la pobreza lingüística con la que lo hace en la actualidad a causa de las prisas por no escuchar; por la llamada economía lingüística, alegando que el tiempo es oro como para usar muchas silabas y vocales para comunicarse, y que lo poco dicho, a buen entendedor basta. ¡Pues no! estamos muy equivocados.   

A la contra. El hablar de los viejitos es pausado, humilde y llano. Te acercará irremediablemente  a sus corazones cansados, llenos de pasión y sufrimiento, rebosantes de esa juventud que tantas veces les falta a los jóvenes que en un frenesí por gozar de todo con rapidez; se dejan lo mejor en el camino.

Si les acompañas, te comparten su alma y su intimidad.
Ellos tan desbordantes de experiencias y tan necesitados de comprensión y compañía se entregarán plenamente, se pondrán en tus manos y en tus oídos.

Correrás el riesgo de oír las mismas anécdotas, pues su mente ya no es ágil, y te suplicarán sin orgullo con la mirada, que les perdones, por lo que olvidan y por lo que repiten. "Sus gramolas están desgastadas y se rallan"

Cuando les hablas, y les dedicas tu tiempo, te miran con sus ojos llorosos y  velados, pero luminosos y sonrientes de gratitud, como si fueras un milagro a causa tu generosidad gratuita para con ellos. Presientes entonces la felicidad que les embarga al sentirse reconocidos, queridos, y apreciados como personas completas que son y enriquecidas por el pasar de los años.

Aunque sus arrugas griten lo contrario, su piel implora besos y su cuerpo abrazos. Ellos también fueron jóvenes y queramos o no, nos reflejamos en ellos presintiendo lo que nosotros mismos llegaremos a ser con el paso de los años; si el curso de natura sigue su camino y la enfermedad grave nos ignora y respeta, de la mayor manera posible.

Yo les respeto y les escucho, pues se ganaron a pulso lo conseguido. Son dignos supervivientes de muchos inviernos, duras batallas y grandes desvelos.

Escuchando con nuestra mejor actitud aprenderemos de seguro alguna cosa nueva, aún siendo un fugaz suspiro o un leve murmullo.

Pues cuando un anciano habla, lo que sale de su boca siempre son palabras mayores que merecen la pena ser escuchadas pues valen su peso en oro.
Especias que dan sabor a lo relatado por ellos.





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