viernes, 11 de diciembre de 2015

Buena relación

Hoy estreno esta sección de pequeñiiisimos relatos que titulo "Relatos a Cien" que en su momento se presentaron a concurso, con la condición de empezarlos con las palabras en azul y escribirlos con cien palabras o menos




Abandonan, primero uno y luego el otro, la habitación del hotel.

La relación de pareja entre ambos es de años de complicidad, de pasión y de mucho amor. Tanto, que él la permite darse de vez en cuando algún capricho como el de hoy.

Acude a su llamada, ella le ha proporcionado la dirección y el número de la habitación donde se aloja y él, fiel a lo acordado, ha pasado a recogerla.

Ella como siempre exuberante y sexy, deja un rastro de perfume en la estancia. El rastro que deja él es de sangre, tras dar muerte al amante de turno de su mujer.

Nadie puede resistirse a sus encantos.





                                                        Derechos de autor: Francisco Moroz


lunes, 7 de diciembre de 2015

Bailarina

Lo que leeréis es un pequeño relato, de los que suelen aparecer de vez en cuando en estas páginas virtuales. Sería uno más si no fuera especial para mi ¿Por qué? por poseer en sus renglones un sentimiento compartido como es el amor por las letras escritas.
Desde hace bien poco una joven seguidora del blog me pidió que supervisase algo escrito por ella, de ahí surgió una complicidad que ha originado en este caso, este relato corto que tiene esa delicadeza en su interior que yo no hubiera sabido trasmitir. Ese matiz romántico que a los hombres nos falta en tantas ocasiones.
El caso es, que ella lo imaginó y lo escribió, yo tan sólo lo pulí y cambié algunas palabras. El resultado es este, y ambos quisimos compartirlo con vosotros, con la esperanza de que os guste y lo disfrutéis.






¡Baila! ¡Baila! ¡No dejes de bailar!

Ella es observada, él no puede parar de mirarla. Solo se oye el rasgueo de su lápiz al ritmo de su danza.
No hay música, no hay prisa ¿Por qué bailar?... ¿Por amor quizá?

Sus labios entreabiertos y sus manos delicadas, sus rizos dorados y su piel blanca casi transparente, la hacen parecer perfecta.

Los ojos cerrados, sintiendo el silencio mientras los copos de nieve caen pausados sobre ella. Los del joven abiertos para captar todos los detalles.

Ella baila para él, lo presiente. El muchacho la dibuja, mientras olvida que en su mundo no es real.  Se empapa de sus movimientos y los traza con mano hábil de artista. Se siente pareja de baile junto a ella.

Su lápiz se mueve por el papel trazando curvas, de la misma manera que el cuerpo femenino a través del cristal, tan cercano e inalcanzable.

Ni siquiera se conocen. Tal vez se pudiera presentir que son amantes clandestinos que se encontraron en un instante de soledad, o tal vez amigos incondicionales que comparten un efímero momento. Lo único que se podría afirmar, es que se admiran y se acarician con los ojos.

Ella tiene la expresión relajada, pero seguro que desearía ver su boceto; posar su mirada en los trazos de grafito, reconocerse en ellos y difuminarse también.

Él no puede dejar de observar su cuerpo como filigrana en movimiento.
Sus ojos se pasean libres en sus formas.  No puede decidir que curva le gusta más, si la de su sonrisa, o la de su de perfilada cintura.

…Y entonces la nieve deja de caer,  ya no cubre su pelo dorado, ni su piel blanca

El lápiz experto se levanta del papel y el muchacho artista se acerca a ella para susurrarle su admiración. Le resulta muy extraño que haya dejado de nevar.
La recoge con manos temblorosas  ¡Qué pequeña se ve allí adentro! ¡Qué frágil! ¡Qué insignificante!

Él, agita la bola de cristal  y la nieve empieza a caer de nuevo por el escueto paisaje cubriéndola toda. Ella sigue hierática en su danza eterna, incluso cuando la esfera transparente  se resbala de entre sus manos y se hace añicos contra el suelo de madera,  emborronando el esbozo del dibujo de una preciosa bailarina.

Ya no hay nieve, sólo queda un pequeño charco de agua.

Ella fue liberada de su prisión y él quedó aprisionado por un sueño y una idea peregrina anidada en su cabeza: la de no saber si la admirada belleza, la llegaría a encontrar alguna vez reflejada en el cuerpo de alguna mujer.






                                                                      Derechos de autor: Missing Writter-Francisco.M                         

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