miércoles, 1 de abril de 2015

Crimen en la Casa de Campo

Crimen en la Casa de Campo














De: Javier Antón Nárdiz     





En los archivos del Ministerio de Cultura se conservan documentos inéditos sobre la Guerra Civil Española. Una guerra que dejó muchas víctimas en los campos de batalla, pero como en todas las guerra dejó muchas más entre los civiles inocentes, en muchos casos ajenos a la contienda.


No siempre fueron las ideas políticas ni la pertenencia a un bando u otro lo que decidía sobre la suerte que corrían las personas asesinadas en las continuadas "sacas" o los fatídicos

"Paseillos".

El autor precisamente basa esta, su segunda novela, en uno de estos documentos donde se nos cuenta como una muchacha de 18 años es sacada a la fuerza del piso que sus tíos tienen en la calle Goya. Unos milicianos sin escrúpulos la trasladan a la Casa de Campo y posteriormente es hallada asesinada a tiros con muestras de haber sido violada repetidas veces.


En este punto aparece la figura de un inspector republicano que ya ha sido depurado convenientemente y trabaja para el nuevo régimen. "Salvador Vilches", un hombre tranquilo, justo y cabal, un poco hastiado de la vida, sin ilusiones ni horizonte y una familia a la que no dedica demasiado tiempo.

La letra de un tango que se canta durante la novela parece describirlo:

" Rehacer el romance de las primaveras, que no vuelven más.Inútil empeño, si soy un vencido sin ansias ni sueños."


"Jesús Sinarro", tío de la muchacha asesinada en 1937, notario y hombre acaudalado al que le queda poco de vida a causa de una enfermedad terminal. Afín al régimen y con contactos dentro de la jefatura de policía, fuerza el que se abra una investigación sobre los hechos, que se descubra a los culpables y estos sean llevados ante la justicia para pagar por el crimen cometido del que salieron impunes, amparados por la contienda y su posterior huida.

Pero giros inesperados en este caso impedirán que así sea.



Es a "Vilches" al que le adjudican la difícil tarea de investigar y encontrar a los asesinos y violadores de la sobrina de "Jesús Sinarro". Para ello contará con la inestimable ayuda de "Román" un ex-boxeador, duro, discreto y silencioso y de otro policía retirado llamado "Gervasio". Juntos tendrán que interrogar y descubrir las pistas necesarias para encontrar a los fugitivos y que en última instancia les llevarán hasta Mejico.

Pues bien, se trata de la típica novela policíaca con ambientación en nuestra historia reciente. Este autor también utilizó como telón de fondo esta contienda para su primera novela: -El Túnel de Usera- historia a la que se hace referencia en las primeras páginas de esta que nos atañe, cuando un tal inspector "Arevalo" recuerda el caso en una especie de "Flashback".


La forma narrativa es clara, sencilla y directa con un lenguaje muy correcto y sin circunloquios ni diálogos muy elaborados, lo justo como para que la acción se desarrolle de forma fluida. Es cierto que la novela es "De manual" sin demasiadas complicaciones argumentales, le falta un poquito de densidad a la historia. No hay momentos de tensión ni de misterio y por tanto todo va rápido; por momentos me daba la sensación de estar inmerso en una de esas aventuras de viñetas de esos dos personajes de la postguerra. "Roberto Alcazar y Pedrín" con cierto aire "retro fascio ", que no "new fashion" que tenían ese par de dos.

A lo largo del argumento se desarrollan algunos hechos casuales y poco creíbles que me figuro se han introducido para crear ciertas expectativas en la historia contada, que por otro lado es algo lineal y con pocos instantes álgidos.

Por otro lado es de justicia aclarar que"Javier Antón" en ningún momento toma partido con sus personajes. Como bien dicen ellos mismos:


"La guerra no fue una gesta romántica, en la que uno de los bandos se componía de buenos y el otro de malos."


" solo podía culpar de la situación a la propia guerra y considerar que todos eran víctimas."


Con lo cual toda la trama desarrollada en el libro es correcta, sin vilipendios de los unos ni de los otros. Como bien dice "Vilches" a lo largo de su aventura: " Se trata de perseguir a los delincuentes, asesinos y violadores que se aprovecharon de la contienda para cometer sus felonías"


Personalmente me ha parecido una lectura muy ligera y sin grandes pretensiones, lo justo para entretenerte durante las horas que esta dure. Los que busquéis emociones fuertes absteneros, pues saldréis defraudados. Los puristas del género ni la toquéis pues os resultará un tanto ingenua.


Como en todas las historias, como en todos los libros siempre hay trasfondos y enseñanzas válidas para la vida. Moralejas, lecciones y grandes consejos.

Este no es ninguna excepción. Nos habla de la posguerra, de las miserias humanas y sus aberraciones. El lado oscuro de la condición humana, pero también nos presenta un verde esperanza y un predominio de la justicia. ¡Eso sí! un tanto utópica y reservada para los de siempre.

  "Nadie se puede acostumbrar a tanta desgracia. Solo el ser humano se vuelve a erguir porque tiene que buscar trabajo, dar de comer a sus hijos, pelear por la vida. Es lo que hizo la España que quedaba. Apretar los puños y cerrar los ojos, intentar olvidar y seguir viviendo, dejar de odiar y seguir viviendo, dejar de maldecir y seguir viviendo."



martes, 24 de marzo de 2015

El reflejo.





Aquél día trascurrió sin nada reseñable que debiera destacar para los anales de mi cotidiana historia,

todo lo habitual, todo lo rutinario, todo rayano en el aburrimiento: jornada de trabajo, pequeñas conversaciones referidas al mismo, algunas compras, contacto esporádico con algún vecino, un par de llamadas telefónicas, unas risas en el bar con unos amigos del barrio, una rápida visita a mi anciana madre ... Pero llegando al final de la jornada algo me mantenía inquieto y no sabía cierto de lo que se trataba. Como un resquemor dentro de mis entrañas, un desasosiego angustioso que me mantenía los nervios a flor de piel.

Un pequeño detalle se me escapaba y me tenía en vilo, incluso no me dejaba dormir.
Ya en la cama, hice balance, de forma en que los entendidos en literatura llaman "Flashback" algo así como una marcha atrás en el tiempo pero a cámara lenta, para que no se pasase por alto ningún detalle... y nada. ¡Bueno sí! algo había: el recuerdo de un pequeño reflejo latente en una pequeña superficie acuosa en movimiento de un ser despreciable que me causaba cierto temor.

Algo sin importancia aparentemente, pero a lo único que podía achacar mi desazón e incomodidad. 
Fui profundizando en ese pequeño suceso que mi cerebro clasificó como algo pasajero e irrelevante archivándolo en un rincón de mi subconsciente para no ser recordado, pero que mi consciencia mantenía bajo un foco de escenario, para señalarlo, marcarlo, y mantener despierto mi intelecto impidiéndome descansar.

Al final el sueño llegó a mi abatido cuerpo, un dormir revuelto, intranquilo, en el que mi "Pepito Grillo" seguía trabajando y a lo suyo.

La pesadilla hizo acto de presencia. Recuerdo un ser grotesco con rasgos deformados por la violencia o la locura, alguien fuera de sí gritando y un cúmulo de sensaciones negativas: miedo, incomprensión, dolor, pena, sufrimiento. y un diminuto reflejo que me imitaba exageradamente en una gota de agua.
Desperté al momento y comprendí horrorizado que es lo que atenazaba mi corazón en franca congoja.

Habitualmente mi forma de ser es tranquila. Se debe a la educación recibida que mi comportamiento sea el correcto. Suelo respetar las normas elementales del saber estar en sociedad; pero hay algo que me irrita sobremanera: que me lleven la contraria cuando creo llevar la razón. Mi talón de Aquiles, mi punto débil
en las relaciones con los demás.

Comprendí el sueño y lo que en el se representaba.
El ser grotesco era yo. Meridianamente yo, reflejado en algo tan diminuto como una lágrima.
Era el monstruo que se escondía tras mi personalidad, ese que intentaba domeñar sin conseguirlo a diario, y que resurgía cuando la situación le era propicia.

Aquel día y de forma desaforada hice llorar a alguien muy querido: a mi madre. Enferma, anciana y un poquito sorda. Hablé con ella y no consiguió comprender lo que yo le comunicaba, malinterpreté sus respuestas y perdí el control como siempre. Llevaba mucho tiempo perdiendo los estribos en cada encuentro y ella lloraba, y yo me reflejaba en sus lágrimas sin darme cuenta de la mutación que se realizaba de mi persona en ese ser repugnante, violento y desalmado que era capaz de hacer sufrir a un semejante; torturándolo hasta causarle dolor de alma.

Esa misma noche la llamé y la pedí perdón, como sólo los necesitados de redención son capaces de pedirlo sabiéndose condenados. 
Al día siguiente no fui a trabajar, ni al bar con los amigos. ¡Eso sí! hice la compra: Un gran ramo de flores para mi madre. Pasé el resto del día con ella, diciéndole  lo mucho que sentía el trato que había recibido por mi parte y confirmé lo mucho que la quería, prometiendo desde un hondo pesar que aquellas situaciones no volverían a producirse. Ahora el que lloraba como niño era yo.

Me acarició las mejillas, me envolvió con su sonrisa más cálida y me abrazó como sólo lo saben hacer las madres, dando por zanjada la conversación al respecto. Sin rencor, sin recriminaciones.

Ese mezquino ser que se agazapa en cada uno de nosotros y es capaz de asustar e infringir dolor, está ahí. No seremos dignos de llamarnos hombres, si no somos capaces de domar esa bestia descerebrada y violenta que llevamos dentro. Esa que infringe dolor a los débiles y es capaz de maltratar la fragilidad de lo más amado.
No la llaméis violencia de género, ¡Es absurdo! no hay género para la violencia ni forma de excusarla.  

Quizá las lágrimas nos descubran a ese ser brutal disfrazado de cordero y nos propicie su derrota. 
  



Derechos reservados de autor. Francisco Moroz

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...