lunes, 15 de septiembre de 2014

Una de Roberto Carlos


De chaval...  hace un tiempo de eso, escuché una canción muy pegadiza de un tal Roberto Carlos un cantautor que tan buenos recuerdos me trae de temporadas estivales pasadas en familia.


El estribillo de la misma repetía entre otras frases esta: 

"Yo quisiera ser civilizado como los animales"

Entonces me pareció algo que tenía que ver con los ecologistas, los partidos verdes y otros movimientos a favor de la naturaleza y el medio ambiente tan en boga aquellos años.

Y sí, era eso, no andaba desencaminado del todo; pero me faltaban esos otros sentidos ocultos de la frase en cuestión.

Ha pasado el tiempo y con el tiempo han venido desilusiones y desengaños, perdidas de fe, desarraigos y falta de confianza en leyes, normas, dictámenes y principios religiosos, políticos y filosóficos. Me harté de leer libros de auto ayuda hasta gastarme la vista y vaciar sus páginas de contenidos y significados que me pudieran convencer de que, como decía el filosofo ginebrino Jacques Rousseau:


" El hombre es bueno por naturaleza pero la sociedad es la que lo corrompe." 


Este es el dilema: No puede hablarse en un principio de bondad o maldad por naturaleza, pues no son propiedades naturales sino ético- morales y aquí entra de lleno la educación recibida al respecto por cada uno de los individuos, tanto en el seno de la familia como en los centros de enseñanza.


La educación a pesar de ciertas opiniones, no es el arma utilizada por los padres, tutores y maestros  para domeñar el carácter individual de cada persona y así poder manipularlos a su antojo.


Más bien habría que valorarla como una ayuda para encauzar nuestros instintos y apetencias básicas, e inculcarnos valores y sentimientos propios de seres civilizados, todo ello enfocado precisamente a desarrollarnos como seres racionales y poder de esta forma, convivir y formar parte de esta sociedad que en teoría "nos corrompe", con criterios propios y mentes sembradas de conocimiento.  Ayudándonos a reforzar por otro lado nuestra individual e intransferible personalidad.


El grupo de rock Pink Floyd en una de sus famosas canciones, nos dejó una perla revolucionaria por entonces, en la titulada: The Wall  que decía: 


No necesitamos educación.

No necesitamos control mental.
Nada de oscuro sarcasmo en la clase.
Profesores, dejar solos a los alumnos.
¡Eh!, profesores, dejadlos solos.
Todo ello, no es más que otro ladrillo en el muro.

La educación parecía considerarse un medio de alienación, un lavado de cerebro de los futuros ciudadanos para convertirlos en masa opaca e indiferente a los designios de los gobernantes, que de esta forma tenían un cheque en blanco para hacer y deshacer a su antojo sin que nadie interfiriera ni se preocupara de las injusticias, desfalcos y corruptelas que se traían entre manos.


En mi opinión lo que ocurre es todo lo contrario.

A los mandamases no les interesa un núcleo familiar fuerte y unido, ni una comunidad de ciudadanos con formación cultural sólida. 
Los realmente preparados para pensar por sí solos, sobran en esta sociedad de autómatas programados para consumir y servir a las castas privilegiadas.

Lo refleja esa otra frase hecha que como legado que no pasa de moda, nos dejó en su momento un emperador romano:

 "Al pueblo darle pan y circo que de gobernarles nos encargaremos nosotros", más tarde un rey francés la convirtió en pan y toros y ahora podría sustituirse por el fútbol, béisbol  o la formula 1. Cualquier deporte que mueva masas enfervorizadas e incluso las enfrente entre sí,  y que no obstante no se movilizan, en cuanto a injusticias, abusos y tropelías se refiere.

En una película con alta dosis de dramatismo, de cuando la guerra del Vietnam traspasó las fronteras Camboyanas  y lo Jemeres rojos tomaron el poder... su título: Los gritos del silencio, con música impactante de Mike Olfield.


En ella recuerdo todavía que los primeros ajusticiados por estos comandos "liberadores de la población" precisamente eran los educadores.
Temían a los individuos que pensaran por si mismos, que eran capaces de reflexionar y utilizar sus propios criterios de valoración y mostrarlos al resto, cuando la inmensa mayoría se movía solo por consignas y arengas de sus líderes, algo así como lo que pasó en África con los Hutus y los Tutsis. Por la radio no dejaban de oírse alegatos para lanzar a muerte a los unos contra los otros, animando a la población a traicionar y vender a sus vecinos de la otra etnia, llamándoles cucarachas merecedoras de exterminio.
De la misma forma las bandas de jóvenes violentos siempre se nutren de los pobres y los ignorantes.

"Es más cómodo obedecer a ciegas mandatos ajenos que elaborar criterios con los que regirnos."


Realmente después de lo visto en tantos siglos de historia de la humanidad, comprenderemos que algunas personas hastiadas de tanta violencia gratuita, de tanta idolatría al dinero y al poder, al espejismo de la sociedad actual de algunos países imagen falsa de bienestar; encuentren ahora en el estribillo de  Roberto Carlos algún sentido más profundo...


Los animales son inocentes en cuanto que no se mueven por la razón, con lo cual no comprenden lo que es el libre albedrío de la elección de la conducta, que  nosotros si poseemos. No tienen conocimiento del bien y del mal, de lo justo e injusto; se conducen por instinto, pero no el instinto desordenado que parece desatarse en nuestra especie cuando nos dan esa fingida libertad, que supone fiarnos carta blanca para cometer autenticas atrocidades, no sólo con el entorno sino con los mismos congéneres y el resto de seres vivos que intentan sobrevivir a nuestro lado.


Nuestra sola arma: la educación, que nos llevará a la comprensión y esta de la misma manera al respeto por todo lo creado.

Nosotros somos solo parte del todo, no los dioses que pueden decidir quién merece vivir o morir, que bosque se ha de quemar y que mar contaminar.

 Al menos "Seamos civilizados como los animales" ya que como seres humanos dejamos mucho que desear.








martes, 9 de septiembre de 2014

Mis Whatsapp con mamá

Mis Whatsapp con Mamá

De : Alban Orsini


Un libro ligero y actual a la par que novedoso, pues se trata de la primera novela escrita por medio de esta app para móviles tan utilizada socialmente por todos.



Un libro de 384 páginas breves, impresas a cuatro colores y diseñadas como la pantalla de un moderno smartphone. Conformadas a lo largo de 15 capítulos con alguna ilustración sugerente, todo ello para narrar la relación entre una madre y su hijo, por medio del tecleado más o menos acertado e interesado por parte del uno y del otro en sus móviles.


"CijkiopplypM´po" es el primer mensaje mandado por la mamá,

a la que iremos leyendo a lo largo de sus intervenciones, viendo como progresa gradualmente en el uso de esta nueva tecnología.

De igual manera seremos espectadores de una relación que empieza siendo muy interesada por ambas partes y que irá convirtiéndose en otra más entrañable, todo ello con la intermitente intervención de la abuela que hará este librito si cabe, mucho más divertido de lo que de por sí ya es.



Nadie busque en él frases profundas para la posteridad ni un argumento difícil de digerir; por lo contrario encontrareis una entretenida, divertida y ligera historia para trayectos cortos. 


Un libro que en media hora puede ser leído fácilmente sin necesidad de reflexión posterior... Así de rápido y fácil. Os sorprenderéis de lo que es una lectura comprimida.

Los personajes no se nos presentan definidos desde el principio, poco a poco iremos perfilando sus personalidades en nuestra imaginación por medio de los mensajes que comparten.

Por un lado el hijo llamado "Norman" que no parece ser más que un simple pedigueño interesado, solo en la asignación pecuniaria semanal y su ración de estímulo amoroso. Esto es: pide dinero y mimos. La abuela que de vez en vez coge prestado el teléfono para pedir "otras cosas" a "Norman" con mensajes que solo él entenderá.




Sabremos de "Boris", un personaje entre bambalinas, el vecino de la Mamá que resulta ser medio noviete de ella. 
Se nos dará a entender a los lectores que el padre de "Norman" los abandonó a ambos, siendo él todavía niño.

De igual manera aparece una tal "Diane" que no es otra que la novia de "Norman" con la que la mamá de este no consigue tener una optima relación. ¿Quizá celos?. Y como no podía faltar una mascota, "Grisillo" es el nombre del gato de "Norman", que quedó en casa al cuidado de Mamá. ¡Pobre gato!, siete vidas no le darán para mucho.

Garantizada una amenísima y rapidísima lectura, nos dejará buen sabor de boca a la par que una sonrisa, el final se irá fraguando al tiempo que los mensajes cortos, por lo tanto no será inesperado, pero no por ello dejaremos de llevarnos una sorpresa muy emotiva junto al protagonista, quizá acompañada de una lagrimita.


El libro tiene una pega y no es otra que la de dejarnos con una duda que nos corroerá hasta pasar la última página, y esta es:
¿Qué es un Grapfenstruc ?...

Recurriremos a Google para buscar la respuesta, y que cada cual saque la conclusión de tan enigmático ser.
Igualmente nos convencerán sobre la conveniencia de anular de nuestros móviles el autocorrector, pues nos puede avergonzar en más de una ocasión con mensajes comprometidos confundiendo al que los recibe. 



La conclusión personal de esta especie de "Novela experimental" es que el autor se ha lucido por su original versatilidad  en el uso del idioma de forma escueta; dejándonos un título que nos atraerá desde la portada.

En poco intervalo de tiempo advertiremos en nuestras personas un cúmulo de sensaciones encontradas, al poder sentirnos reflejados e interrogados con respecto a nuestra relación con nuestros limitados progenitores a la hora de utilizar estos medios de comunicación tan novedosos. El tiempo que les dedicamos a estos padres y el caso que hacemos a sus muchas y cansinas recomendaciones y consejos.

Después de su lectura resumo lo leído en una sola frase:


"Madre solamente hay una" y no se debería morir nunca.


Recomendable para los lectores consumados y para los que no suelen relacionarse con los libros muy a menudo. 


viernes, 5 de septiembre de 2014

Tempus fugit




Un anciano caballero de 90 años recién cumplidos con mucho recuerdo en su memoria,casi tanta como años pesan en su encorvada espalda, se empeña en celebrar continuamente la vida que le toca.


La excusa puede ser nimia y el motivo peregrino, el más pequeño acontecimiento es celebrable a su entender, pues a estas alturas de la película y sin saber lo que le queda por patear esta tierra, se agarra a la felicidad de poder rodearse de los más queridos y reír y cantar y conversar a viva voz, sin cortapisas, ni prohibición que ponga límites a las ganas de querer y sentirse querido, compartiéndose todo él, con los suyos.


Otro abuelo de 89 reseñables aniversarios, de pelo blanco y sonrisa infantil, me dice en su lucidez diáfana de buen seso, cuando el ominoso muro del olvido llamado Alzheimer le deja un respiro: Que todas las mañanas al abrir los ojos, debemos agradecer un día más al creador, se llame como se llame, esa nueva oportunidad que se nos concede para corregir los errores cometidos y restañar heridas infringidas, decir todo lo que amamos y respirar a pleno pulmón el aire que aún nos toca por respirar en este reparto de suerte tan inestable llamado vida.


Y es que hoy somos y mañana no, y de nada sirve que nos recuerden cuando hayamos partido como lo que fuimos o pretendimos al menos ser; marcharemos desnudos igual que cuando nacimos, partiremos solos allá a donde vayamos sin nadie que nos acompañe al más allá o a la vuelta de la esquina para no regresar, y dejaremos alguna estela como el barco que parte de puerto, pero hasta estas se difuminan en la inmensidad de las aguas de la endeble memoria de los deudos, cuando la heredad es repartida.


Es condición inapelable de la vida: la muerte, el que viene acá sabe que deberá partir tarde o temprano y de forma inesperada, de manera impremeditada a no ser que provoquemos la partida, y eso en mentes sanas no es factible.

De nada servirá pues, demandar a la "Parca" un poquillo más de tiempo para despedirnos de lo que dejamos, y esta que es flaca y vieja como la historia del hombre, también lo será sorda a tales demandas caprichosas.

Por eso mismo y como el tiempo pasa irremediable por nuestra piel y nuestra alma, nos pongamos como nos pongamos, dejemos de una vez por todas de hacer posturitas ocasionales de promesas lanzadas cual oriflamas al sol, e incumplidas al rato siguiente por nosotros mismos alegando falta de motivación o precisamente de ese tiempo para realizarlas, el mismo que se nos escurre como arena entre los dedos cada vez que tomamos aliento.

Condenados a muerte estamos desde que nacemos y en esto no hay negociación que valga.

Aprovechemos pues:

Los ratos jubilosos de alegría que son pocos.
Los momentos de felicidad que son menos.
A las gentes que se cruzan en nuestra ruta que es mucha.
A las personas entrañables y queridas, que son contadas con los dedos.

Disfrutemos:

Del camino y del paisaje, del viento la lluvia y los tornados, la tormenta, la brisa y los días luminosos. 
Y me refiero a los de dentro y a los de fuera de nuestro cuerpo.

Gocemos:

De los pequeños placeres y detalles que nos depare el destino.
Sepamos avanzar el doble cuando tropecemos y no caigamos, y si cayésemos, a levantarnos con premura y seguir rumbo norte.

El pasado siempre será lo que dejemos atrás como presente vivido en el momento en que lo hicimos, y el futuro se convertirá en presente en el instante que lo alcanzamos. Con lo cual no viviremos nunca de pasado ni futuro y si en presente continuo.


Los antiguos, que en esto de pensar y filosofar nos llevaban amplia ventaja, resumían todo con un latinajo de los suyos: 

"Carpe Diem quam minimum credula postero",
que viene a decir algo así:
"Vive el momento y desconfía del mañana".

¡Por cierto!, hay una película circulando por ahí titulada: -In Time- que merece la pena ser visionada por lo que nos haga recapacitar sobre el tema aquí tratado.

El tiempo como moneda de cambio:"El tiempo es oro", el tiempo codiciado y la ambición de la eterna supervivencia.

Señoras, señores, lo de los cursos de inglés y las dietas utópicas de principio de año están muy bien como promesas incumplidas, pero no dejen de sonreír, de ser amables y tolerantes con los demás y consigo mismos, sean pacientes, generosos, comprensivos y muchas más cosas siempre en positivo. 

El tiempo pasa y lo que nos llevaremos será lo que amemos y compartamos, lo demás se queda: 
Las carreras, los títulos, las Master-Card  y los bienes conseguidos. 

El reto es el siguiente: si nos han de recordar, que lo hagan como:
- Los que nacimos llorando mientras los de alrededor  reían y se marcharon sonriendo mientras los de alrededor lloraban -

Asegurándonos de dejar huellas profundas en las sendas recorridas a lo largo de nuestra propia historia.


Y encontraremos por añadidura todas las excusas habidas y por haber para celebrar que respiramos un día más.

                             


                  Dedicado a esos dos viejitos tan queridos.

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