martes, 16 de mayo de 2017

El vaso medio lleno





Desde ese día nadie vende barquillos en el parque del Oeste, ni manzanas de caramelo. Tampoco se volvió a instalar el tiovivo.

Mientras empujo su silla de ruedas me cuenta la historia:

–Aquí mismo me quedé sin piernas, cuando como niño de posguerra jugaba con los amigos y una mina hizo explosión.

Me compadezco de su desgracia y se lo comunico con auténtico pesar.

El sonríe agradecido, pero le quita importancia al hecho contestándome:

–Lo que nunca perdí fue el sentido del humor. Pues desde entonces me va todo sobre ruedas y tampoco me faltan personas amables como tú, capaces de acompañar a un anciano a medias. – Y sonríe.


Derechos de autor: Francisco Moroz

sábado, 13 de mayo de 2017

Amor del propio




Temía fracasar y por ello nunca se presentaba a esos concursos para escritores que proponían algunas comunidades de blogueros, donde aficionados a la escritura competían con sus letras para que estas bien conjuntadas y conjugadas, presentaran una historia coherente y sugestiva que al jurado lector le pareciese digna de ser mencionada con un premio que lucir orgulloso en su muro.

Se conformaría con ser leído y comentado, pero a causa de su timidez e inseguridad no se atrevía nunca a subir ninguno de sus escritos a la red. A él no le parecían malos, pero temía las críticas de las personas que tenían muchas tablas en ese asunto de darle a la tecla con propiedad. Y es que los había ¡Muy pero que muy buenos! Y el respeto que les tenía era del mismo calibre que el profesado a sus maestros en sus días de escuela. 
Siempre los veía superiores, sobradamente preparados y cultos con respecto a sus escasos conocimientos sobre toda materia que el pudiera poseer.

Pero es que le encantaba hacer malabarismos con las sílabas y las consonantes, con las palabras y frases que formaban una idea, una historia narrada en drama, romance, poesía o ficción. Estaba subyugado con la literatura, con los libros y con ciertos autores que sabían contar lo que a él nunca se le hubiera ocurrido ni en sueños.

Por ello se sorprendió a sí mismo una mañana, cuando al despertar lleno de energía y motivación, encendió el ordenador y buscó una prueba a la que apuntarse. Demostraría toda su valía y seguro que conseguía algún pequeño premio que le desquitara de su continuo anhelo.

Se inscribió y participó. Espero con expectación durante quince días, y para su satisfacción recibió los aplausos virtuales y los agradables comentarios de felicitación de los asistentes al evento y en Facebook, sus seguidores le dieron muchos likes. Y por descontado le concedieron la copa virtual al campeón.

Era su primera prueba y la había superado con creces. Y es que acertó tantas veces seguidas en la diana con los dardos, que sus contrincantes quedaron desbancados enseguida.

En otra ocasión se apuntaría a concursos literarios. De momento se conformaba con su pequeño triunfo.




Derechos de autor: Francisco Moroz



Relato presentado al reto de las tres palabras en la comunidad de: Relatos compulsivos

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