sábado, 10 de septiembre de 2016

Mambrú se fue a la guerra


John Churchill( Duque de Marlborouhg )

Hace  unos meses en un programa de radio, volví a escuchar esa tonadilla infantil  que me recordó a mi infancia, la titulada: “Mambrú se fue a la guerra” esa misma que los de mi generación escuchábamos cada dos por tres a maestras que como ejercicio musical nos enseñaban en la escuela infantil.
https://www.youtube.com/watch?v=VkspFpYvJrs

En más ocasiones tuve oportunidad de oírla: en los parques mientras las niñas jugaban a la rayuela y a la comba y ¡Cómo no! en esas selecciones musicales que todos teníamos en cintas y vinilos… ¡Qué tiempos!
Yo mismo se la canté a mis hijos cuando fueron niños pequeños a los que había que entretener fingiendo hacer la instrucción con palos de escoba. Cierto que eran otros tiempos y otras canciones.
Pero el caso que gracias a ese programa de radio mi curiosidad se vio sometida a la presión de indagar sobre sus orígenes y esto que os escribo hoy, es el resultado de las investigaciones realizadas. Es como si hubiera abierto la primera de las muñecas matrioskas rusas en las que de forma sucesiva salían otras. Sorpresa tras sorpresa. ¡Ya veréis!

Nos trasladamos en la máquina del tiempo al siglo XVIII  cuando España andaba sumida en la guerra de sucesión por culpa de un capricho del “hechizado” Carlos II que quiso que su sucesor fuese un Borbón en vez de un Austria.
Media Europa se vio involucrada en la guerra defendiendo los intereses de uno o de otro bando, y los ingleses ¡Cómo no! Se inmiscuyeron a favor de los Austrias y en contra de los franceses a los que infligieron mucho daño en algunas batallas.

Entre los oficiales británicos destacados en dichas batallas estaba un tal John Churchill que era duque de Marlborough y que adquirió protagonismo sobre todo en una de ellas: la de Malplaquet en 1709. Esta batalla fue ganada por los franceses pero de forma “Pirrica” pues el ejército inglés perdió 11.000 hombres frente a los 25.000 franceses que murieron en ella.

Aquí es donde empieza la historia de nuestra canción que fue compuesta por las tropas francesas para burlarse de ese oficial que tanto daño causaba y que presumiblemente había muerto en batalla junto con otros muchos oficiales. Se empezó a cantar en los vivacs y fuegos de campamento con el título: : "Malbrough s'en va-t-en guerre”. Y la ironía el destino fue que en realidad este personaje no murió en esta batalla ni en ninguna otra.
Una canción de guerra por tanto, en la que de forma irónica y satírica se contaba la defunción de este caballero en el frente. 
Cuando pasó a España se cambió el apellido “Marlborough” que resultaba difícil de pronunciar por el de “Mambrú” mucho más asequible a nuestra lengua.
Lo más curioso es que dicha canción fue tomada por Beethoven en su Wellington´s Victory Opus 91, para celebrar la derrota de las tropas napoleónicas en la batalla de Vitoria (España) como instrumento para realzar a Wellington y vilipendiar a Napoleón.
Os dejo este enlace y aproximadamente en el minuto 2:32 os llevareis una sorpresa.
https://www.youtube.com/watch?v=-NQ55Qp78mo

Ahora dos curiosidades más:

El apellido “Marlborough” os suena a marca de tabaco ¿A que sí?
Pues lo es, porque la casa Philips Morris abrió su primera tienda en Londres, en una calle llamada: Great Marlborough street en el Soho, llamada así en honor del duque que como os conté anteriormente, no murió en la guerra, sino de una apoplejía.
Segunda curiosidad es el apellido de dicho personaje que nos sonará al del primer ministro británico Winston Churchill , y no en vano, pues John Marlborough era su tío abuelo. Y al nieto tuvieron a bien llamarle, curiosamente, como otra conocida marca de tabaco.

Y nosotros los españolitos sin saber a quién nos referíamos en la canción, y encima preocupados, pues también desconocíamos si el tal Mambrú volvió de la guerra en pascua o por la trinidad.
Por cierto ¿No os suena la melodía a la de: Por ser un muchacho excelente?



¡Qué curiosa es la historia!


Derechos de autor. Francisco Moroz


martes, 6 de septiembre de 2016

El reto





Cuando despierto, él ya no está en su lado de la cama. ¡Lo odio! Seguro que lo ha vuelto a hacer, siempre pasa lo mismo, se empeña en ser el primero y quedar por encima de mi, no aprenderé nunca. Me confío y después pasan estas cosas.

El caso es, que cuando llega el día en que todo ocurre, me da mucha rabia no haber estado atenta a su estrategia ni su manera de mirarme el día anterior, como el que no quiere la cosa; con esa falsa inocencia de niño que no ha roto un plato.

¡Estoy harta! ¡Nunca lo conseguiré! Al menos mientras lo tenga a él como pareja.
Salgo de la cama a la carrera sin apenas detenerme para ponerme las zapatillas, me lavo la cara de cualquier manera y mis pies me dirigen a la cocina, casi patinando por el pasillo. Con un poco de suerte se habrá olvidado y seré yo entonces, la que le devuelva la pelota a este espabilado.

Desde que nos conocimos empezó una lucha sutil, por demostrar quién amaba más a quién, y no bastaba con manifestarlo a base de caricias y besos.
Ni miradas cómplices, ni carantoñas consentidas eran suficientes.  También era cuestión de cuidar los detalles de la relación, velar por el otro, ayudar lo necesario, respetar los tiempos y los espacios de la pareja y sorprender… en resumen: intentar enamorar cada día al otro.

¿¡Qué idílico, a que sí!?

¡¡Pues no!!

La pasión se acaba, la rutina te embarga, se encarga de llevarse todas esas cosas; a veces te aburres y te cansas. El amor se erosiona de tanto usarlo queramos o no.

Por eso mismo me olvido tantas veces, y me relajo cuando llega el momento.

¡Pero “Don perfecto” no!

Y eso me exaspera, y me da rabia reconocerlo, porque me supera mil veces con su cerebro metódico y ordenado.

Enciendo la luz y me asomo por la puerta. Él se ha ido a trabajar y no dejó señales aparentes de su paso. Todo limpio y recogido; no veo nada extraño ni por la encimera ni en los fogones, ni por las paredes.
Reviso los armarios y hasta el escobero, el calendario, las paredes y hasta con meticulosidad enfermiza miro dentro del horno y el cubo de la basura. 

¡Bieeeen! parece que esta vez seré la que me salga con la mía consiguiendo el prevalecer después de tantos años de convivencia con este “listillo”.

Pero es entonces, en el momento que estoy disfrutando por anticipado de mi ansiada victoria, y al darme la vuelta para abrir la nevera, cuando me percato de mis infundadas esperanzas en el triunfo de mi causa. Toda la precipitación en mi alegría ha sido en vano. 

¡“El bobo” lo ha conseguido de nuevo!

Allí, sujeto con uno de los imanes en el que pone: “Recuerda”, una nota con su letra que reza:

“Otra vez fui más rápido que tú. Es la ventaja que tiene el estar tan enamorado de tu persona,  que me desvelo por la noche para poder mirarte mientras duermes.”

Y más abajo, pintado con rotulador indeleble un corazón en rojo, y puesto en letras grandes una frase: ¡Feliz aniversario preciosa!

El muy sinvergüenza siempre me gana por la mano cuando llega este día. No puedo evitar decir a viva voz un: ¡¡Te quiero!!



Derechos de autor: Francisco Moroz

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