Su acaloramiento había llegado a cotas inaguantables y lo que empezó como una simple conversación entre dos personas que se amaban, estaba degenerando en una consecución de reproches lanzados a bocajarro, hirientes, como sólidos proyectiles hechos de palabras duras.
-¡Sabes que te amo! y que ese sentimiento no cambiará nunca, lo sabes bien, no se porqué te lo tengo que repetir una y otra vez cada vez que intento hablarte del tema.-
-¡Sí me quisieras de verdad no me abandonarías por otra!-
-Pero, es que sabes que estoy enamorado, sabías que tarde o temprano pasaría. Un hombre no es indiferente a una mujer, cuando esta le seduce, le atrae con miradas provocadoras y le lleva a su terreno. Esa complicidad que surge entre ambos cuando comparten cosas en común... el deseo, la pasión. En definitiva: el amor.-
-¿Y yo qué? ¿ya no cuento? Nuestra relación es agua pasada ¿Verdad? tantos años cuidando y velando por ti. Tanto sufrimiento y sacrificio en vano. Según tú no hemos compartido nada ni tenemos nada en común.
Si realmente me quisieras no te irías de esta casa con esa, esa...-
-¿Esa qué? ¿Vas a insultarla?
Mira, quiero que comprendas que no tenéis porqué ser rivales, podéis ser amigas. y llevaros bien. Es más creo que os caeríais fenomenal.-
-¿Encima pretendes meterla aquí? ¿Los tres juntitos? para que tú te sientas como el Maharajá de Karziskán ¿Es lo que quieres?-
-Estás sacando las cosas de quicio, sabes tú que no es eso lo que yo quiero ni a lo que me refiero, lo que deseo realmente es que nos llevemos todos bien: vosotras dos y yo, o sea los tres.-
-El señorito lo que quiere es un triángulo amoroso de esos de telenovela venezolana ¿Es eso Verdad ? y obtener de cada una lo que más te interese.
Tu lo que quieres es matarme de un disgusto, y lo vas a conseguir...-
Esta conversación estaba degenerando por momentos. Creo que ella no quería comprender, temía perderme para siempre si yo salía por esa puerta. Y es justo lo que iba a ocurrir de un momento a otro, pues tenía que recoger a mi flamante enamorada. Por eso me estaba poniendo de los nervios el mantener esta absurda disputa, con el consiguiente retraso.
Pero ella seguía dale que te dale:
-¡Ya no me quieres Pablo! ¡No me respetas!¡Ya no soy nada para ti!-
No pude soportarlo más, mirándola airado pero con cierta lástima por no poder hacerla entrar en razón, salí por la puerta y bajé por las escaleras para no tener que esperar el ascensor y alargar el suplicio de sus reproches y su mirada desaprobatoria.
Ya en la calle y mientras me encaminaba al lugar de la cita con mi nueva chica, me hice la siguiente reflexión:
"No me extraña que con su manera de pensar, ninguna novia quiera seguir conmigo en cuanto les presento a mamá."